Al principio es casi imposible distinguir el sarampión de cualquier otra infección: parece un simple catarro con fiebre alta. Ni siquiera un médico experimentado podría asegurar un diagnóstico. Pero, poco a poco, empiezan a brotar las lesiones características. Aparece un sarpullido que comienza por la cara, por detrás de las orejas, y que luego se generaliza, primero al tronco y posteriormente a las extremidades. También pueden surgir las manchas de Koplick, unos puntitos blanquecinos que aparecen dentro de la boca.
El virus se contagia por las vías respiratorias y se transmite desde dos días antes hasta cuatro después de aparecer las erupciones cutáneas (exantema). Por eso, el contacto con un niño enfermo es el riesgo más importante para contagiarse.
La enfermedad dura alrededor de una semana y su curación es espontánea. No es necesaria una medicación especial, tan solo antitérmicos. Pero hay que recordar que, en el caso de los niños, es mejor evitar la aspirina y el ibuprofeno, por sus efectos secundarios.
En cuanto a las complicaciones, son más frecuentes en los adultos y pueden variar desde una neumonía vírica hasta una encefalitis.
Además, hay que prestar especial atención a niños inmunodeprimidos y a menores de dos años, que pueden presentar mayor gravedad.
A través de la vacunación, se consigue una inmunidad que protege durante el resto de la vida. Aunque, para lograr una respuesta eficaz se necesitan dos dosis de la vacuna que protege del sarampión, las paperas y la rubéola.
La primera vacuna se administra a los niños de 12-13 meses. No olvidemos que, en los primeros meses de vida, los bebés están protegidos por los anticuerpos que su madre les transmite durante el embarazo.
Hace unos años se administraba la segunda dosis a los 10-12 años, pero ahora se recomienda hacerlo a los 3-5 años. Esto se debe a que los últimos estudios defienden que, adelantando la dosis, estaremos más cerca de conseguir erradicar la infección.
La composición de esta vacuna incluye virus vivos que se crían dentro de embriones de pollo, posteriormente se debilitan mediante cambios de temperatura y, finalmente, se preparan para ser inyectados.
Imagen: nsalud