La mayoría de los padres, por muy bueno que sea el niño, en algún momento se desesperan por su desobediencia y terminan optando por castigar al pequeño. Sin embargo, los castigos no son siempre eficaces, y no suponen para ellos ningún problema.
Hay que pensárselo bien antes de castigar a los niños, no lanzar amenazas que más tarde no se van a poder cumplir, es decir, que si se les castiga sin salir esa tarde a la calle, no vale después echarse atrás y levantar ese castigo. Los castigos deben ponerse justo en el momento en el que el niño ha hecho la mala acción, especialmente cuando son más pequeños, si se hace tiempo después no entenderán la causa.
Los castigos deben ser proporcionados a la falta del niño, no hay que pasarse con él ni excederse cuando la falta ha sido algo relativamente leve. Se deben imponer cuando no haya otras personas delante, siempre es mejor hacerlo en privado.
Lo más importante a la hora de imponer un castigo es el diálogo, de manera que si ante un castigo el niño se pone a gritar o patalear, lo mejor es apartarlo, sentarlo a ser posible, y decirle que reflexione. Cuando se haya calmado, los padres podrán explicarle las causas y porqué está mal lo que ha hecho.
Los castigos deben conseguir que el niño entienda que son a consecuencia de una mala acción, por tanto hay que intentar que sean conscientes de por qué se les ha aplicado. Además de cumplir el castigo, nunca está de más que los peques aprendan a pedir perdón, y esto lo deben hacer con una frase compuesta no simplemente con la palabra “Perdona”, como por ejemplo: “Perdona mamá por haberte contestado mal”, es decir que unido a la palabra mágica (perdón) el niño incluya porqué lo pide, de esta forma será más sencillo que lo comprenda.
Foto obtenida de: eppsnet.com.