¿Quién no ha dicho alguna vez aquello de “este niño es un payaso” o “menudo pasota nos ha salido”? ¿Es normal que un niño aguante la respiración? Éstos son los principales comportamientos que utilizan los niños con el fin de llamar la atención, algo muy frecuente en la edad infantil. Ellos desean ser protagonistas y atraer la atención de los mayores, de forma casi constante. Sin embargo, en ocasiones, estas conductas no siempre responden a un defento de atención por parte de los padres, sino, paradójicamente, a un exceso de ella.
Detectar ciertas situaciones a tiempo puede evitar problemas mayores en la conducta del niño.
¿Qué es el niño “payaso”? Este es uno de los comportamientos más fáciles de detectar, por que son niños que destacan mucho en el colegio. Allí, los compañeros suelen estar muy pendientes de ellos, ya que no dejan de hacer bromas o comentarios para atraer las miradas de los demás. Lo malo es que, a veces, esto deriva en burlas y bromas hacia los otros niños, lo que puede generar situaciones violentas que terminan en peleas o en problemas de rendimiento. También, esta excesiva comicidad puede crear situaciones muy violentas si se produce en momentos que requieren de gran seriedad.
¿Por qué se comporta así? Lo curioso de este tipo de comportamiento es que, si bien suele ser evidente, la causa a veces no es tan clara, ya que puede desencadenarse por cualquiera de los dos extremos: o bien no se les hace demasiado caso en el hogar, o bien se les presta excesiva atención.
La explicación a ambos extremos se basa en que los niños que no reciben demasiada atención en casa, la buscan en otros ámbitos, como el colegio. Pero los niños que reciben un exceso de atención por parte de su familia, también tienden a intentar recibirla por parte de sus compañeros.
¿Cómo solucionar el problema? En general, el tratamiento de este problema es sencillo. Con ayuda del pediatra, se procurará corregir el defecto o el exceso de atención en el hogar, lo cual suele arreglar la situación sin dificultad. Sólo unos pocos casos requieren apoyo psicológico e, incluso, a veces, hasta fármacos. Por fortuna, son los menos frecuentes.
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