Que un niño duerma bien, es una bendición para todos los padres, sobre todo por dos motivos fundamentales:
– Lo más importante es que los peques, después de haber dormido las horas que necesitan, estarán descansados y por tanto estarán de mejor humor, comerán mejor, y en definitiva estarán bien en todos los aspectos.
– Unido a lo anterior, los padres también habrán dormido bien y podrán ofrecer al niño, de forma más efectiva, todas las atenciones que necesita.
Pero cuando un niño duerme mal, la cosa se complica. Si el hecho de que no se debe a unos malos hábitos de sueño, podría deberse a otro tipo de problema que habría que vigilar. Los problemas más frecuente que dan lugar a los trastornos del sueño son: Sonambulismo, Terrores nocturnos, Pesadillas, Bruxismo, Somniloquia, Movimientos rítmicos durante el sueño, Despertar confusional, Sobresaltos del adormecimiento, Ronquido primario, y Lanringoespasmo durante el sueño.
Hoy trataremos los dos trastornos primeros:
– Sonambulismo. Como la mayoría ya sabe, se llama sonambulismo cuando el niño está dormido pero a la vista de los padres parece estar despierto, llegando a poder entablar conversaciones o dar vueltas por la casa. Este trastorno no es demasiado frecuente y suele desaparecer con el tiempo. Tampoco es algo demasiado grave (aunque si anda por la casa habrá que tenerlo vigilado para evitar accidentes, y en raras ocasiones deriva en la actitud del niño (nerviosismo o alteración).
– Terrores nocturnos. Este trastorno del sueño suele darse durante la primera mitad de la noche, cuando el niño está en un sueño profundo. A primera vista da la impresión de que el niño ha tenido una pesadilla, con la diferencia de que poco pueden hacer los padres para consolarlo ya que apenas atenderá a lo que se le diga o haga. Por regla general el niño estará angustiado, asustado y agitado, se levantará de la cama, chillará, etcétera. El episodio puede durar más o menos tiempo, pero terminará tal como comenzó, y el niño se dormirá de nuevo.
Foto obtenida de: www.sleepysoft.com.