No hay duda de que, aunque la recompensa que suponen los, normalmente, nueve meses de espera del embarazo es la más gratificante, los cambios que éste provoca a nivel estético no son los más deseados. Son muy pocas, o ninguna, las partes del cuerpo que no sufren algún tipo de transformación, y en el caso de la piel no es menos.
Cambios en el color de la piel
Se conoce como cloasma o melasma la coloración oscura de la piel en áreas de la cara: mejillas, frente, nariz… que están expuestas al sol. La forma que dibuja (igual en ambos lados de la cara) esta hiperpigmentación de la piel del rostro provoca que se conozca a este trastorno cutáneo como máscara del embarazo.
La explicación de esta alteración del color del cutis, que no siempre tiene porqué padecerse, radica en varios motivos, uno de ellos, es la genética de cada persona; aquellas mujeres que tengan la tez más oscura serán más proclives a tener cloasma y, por otro lado, los cambios hormonales (provocados por los estrógenos y la progesterona) que el embarazo provoca afectan también a los pigmentos determinantes del color de la piel: la hemoglobina y la melanina.
La melanina es la que otorga el tono de la piel de cada persona y durante el periodo de gestación los niveles de melanina aumentan provocando un mayor oscurecimiento de la piel, advirtiéndose más en aquellas mujeres que ya de por sí tienen el tono cutáneo más oscuro, puesto que tienen mayor predisposición a producir melanina en mayor cantidad.
Uno de los factores externos que también puede propiciar la aparición del cloasma es la exposición al sol, por lo que es muy importante durante el embarazo, además de aplicarnos crema con protección solar, nos cubramos el rostro con un sombrero o una gorra.
Cloasma o melasma: Diagnóstico
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