Resulta curioso que desde aproximadamente el segundo mes de gestación, en el bebé aparezcan las primeras papilas gustativas, y un poco más tarde (algo más de un mes después), dichas papilas son capaces de mantener comunicación con el sistema nervioso, provocando esto, los principios del sabor.
Por tanto, tras el nacimiento, el bebé ya puede incluso distinguir entre los diferentes sabores, bien sean estos amargos, ácidos, salados o dulces, siendo los últimos sus preferidos, principalmente porque la leche de su madre es dulce (siéndolo más al principio de la toma que cuando el bebé lleva un rato succionando), y además, el sabor de la leche materna les resulta familiar, al encontrar en ella también el sabor del líquido amniótico.
Aunque parezca que los bebés que se alimentan del pecho de su madre tienen una dieta aburrida, en lo que a sabores se refiere, resulta todo lo contrario, ya que la leche materna no siempre tiene el mismo sabor, sino que irá variando en función de lo que haya comido la madre.
Como decíamos el sabor dulce les encanta a los bebés, por lo que les hará sentirse bien y calmarse cuando esté inquieto, principalmente porque este sabor les motiva en gran manera a succionar, y el simple acto de succionar les relaja. Los alimentos dulces además de producirles esta sensación, les aportarán energía y las calorías necesarias para su buen desarrollo.
Pese a que hacemos hincapié en que los bebés sienten especial predilección por el sabor dulce, no queremos animar a los padres a darles dosis extras de azúcar. Antes era habitual que muchas madres le untaran a los bebés el chupete en azúcar o miel, para que los pequeños dejaran de llorar, pero esto es una cosa que tan solo creará a los niños malos hábitos en la alimentación a la larga.