Uno de los alimentos más habituales en la dieta de cualquier familia es el huevo, un alimento que aporta muchas proteínas, por lo que se considera una parte importante de la alimentación.
No obstante, como prácticamente con cualquier cosa, no hay que abusar, ni tampoco anticiparse a ofrecer huevo a los bebés. Normalmente, el pediatra será el que informe del momento adecuado para incluir el huevo en la alimentación del niño, que por regla general será sobre el décimo u onceavo mes.
Para comenzar, tan solo se dará al niño la yema (en sus comienzos se recomienda que se le ofrezca tan solo huevo cocido por ser de esta forma más fácil de digerir), y se hará de forma paulatina, es decir, que el primer día no se le dará una yema entera, sino una parte, y poco a poco se irá incrementando la cantidad hasta llegar a dársela completa. Lo más cómodo será cocer el huevo e incorporar la yema al resto de la comida que después se va a pasar a la batidora.
La clara se dejará para más tarde, ya que es más fácil que esta parte pueda producir alergias, debido a la albúmina, en los pequeños. Esto no quiere decir que la yema esté libre de ser alergénica, por tanto habrá niños que rechacen ambas partes del huevo. En caso de que se dé el caso de que el niño reaccione al huevo, éste se excluirá totalmente de su alimentación (tanto el huevo como sus derivados). En la mayor parte de los casos, es cuestión de tiempo que el niño termine tolerando este alimento, y sobre los 3 o 4 años, la mayoría ya podrá volver a incluirlos en su dieta.
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