El miedo es algo totalmente natural que todos los bebés (y por supuesto también en los que ya no son bebés) tienen en algún momento. Los extraños, los ruidos fuertes, las situaciones nuevas, la oscuridad, etcétera, puede producir que el niño se encoja, se esconda, y que busque la protección de papá o mamá.
Detrás de una situación que les produce miedo, llegará el llanto, unos lo demostrarán con grandes gritos, y otros se limitarán a gimotear y buscar refugio sin saber qué hacer. Esa es su forma de reaccionar ante algo que los ha asustado, y a medida que vayan creciendo esa respuesta tomará diferentes variantes según cada niño.
Los padres ante los miedos constantes de sus hijos tienen a ponerse nerviosos, a preocuparse y no saben cómo reaccionar. Algunos intentarán obligar a sus hijos a enfrentarse a ellos, por ejemplo, si saben que un lugar concreto les da pavor se empeñarán en hacer que el niño pase por allí. Esto es un error, no se debe obligar a los niños a enfrentarse así a las situaciones que les causan temor, aunque tampoco hay que dejarlo correr.
La forma de actuar de los padres ante el miedo de los hijos, debe ser sobre todo serena, si ellos se ponen nerviosos el bebé lo va a notar y se empeorará la situación. Siguiendo con el ejemplo de antes, si el niño no quiere pasar por un sitio concreto porque le asusta, los padres al hacerlo le pueden llevar en brazos y cantarle su canción favorita mientras se le mece, se le hace dar saltitos, o cualquier otra cosa que les haga desviar su atención del sitio en el que se encuentran. Esto se hará durante varios días, ya que los miedos probablemente no desaparecerán de la noche a la mañana, y será cuestión de tiempo que el niño termine por aceptar la situación, o el sitio en el caso del ejemplo, y considerarlo como algo normal.
Foto obtenida de: chicaandthecity.com.