El calcio es un mineral muy importante para el organismo, de hecho es el más abundante en nuestro cuerpo, concentrándose principalmente en los huesos y los dientes. Este nutriente ayuda al crecimiento de nuestros hijos y además a prevenir enfermedades como la osteoporosis, ya que la salud ósea hay que conseguirla desde la infancia.
La leche materna aporta al bebé todo lo que necesita en sus primeros meses de vida, incluido el calcio. Y si el pequeño toma fórmulas artificiales, éstas le aportarán entre 41 y 75 mg/100 ml de calcio, y entre 63 y 119 mg/100 ml, en el caso de las leches de continuación. Todas ellas aseguran un contenido adecuado de este mineral en esta etapa del niño.
Cuando el niño ya pasa a tomar leche de vaca, ésta, el yogur y los quesos serán las fuentes de calcio más importantes de su dieta. Y es que otros derivados como la nata y la mantequilla contienen cantidades mucho más pequeñas.
En el caso de los quesos, nos dan mucho juego con los niños, ya que se los podemos ofrecer en todas sus variedades. Pero es importante destacar que, aunque cuanto más duros son mayor concentración de calcio tienen, también contienen más sal y grasas saturadas.
Los lácteos desnatados y semidesnatados proporcionan la misma cantidad de calcio, pero menos grasa. Sin embargo, si los niños no tienen problemas de obesidad, siempre hay que dárselos enteros.
Por último hay que aclarar que no todo el calcio está en la leche, algunos alimentos de origen vegetal también pueden aportar importantes cantidades de este mineral. Es el caso de verduras de hoja ancha como la acelga y la espinaca; leguminosas y algunas semillas como el sésamo. Sin embargo, otros presentan una absorción mucho peor.
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