Decíamos anteriormente de que siempre es más fácil prevenir que curar los casos de síndrome del niño emperador. Pero, ¿qué ocurre si el niño se le ha escapado a los padres de las manos, y ya da señales de presentar este problema? En esos casos se podrían tener en cuentas estas pautas:
– De entrada habrá que armarse de paciencia, y ser consciente de que las cosas no pueden seguir así y que hay que cambiarlas. Una vez hecho esto los dos padres deben ser firmes y coordinarse para erradicar el problema.
– Los padres deben compartir este trabajo. Si uno de ellos un día está especialmente estresado o cansado (la solución más fácil en estos casos, sería satisfacer las exigencias del niño), lo ideal es que deje que el otro sea el que actúe.
– Castigar. Los castigos son un método efectivo (es cierto que no siempre funcionan). Zanjar una exigencia del niño con un castigo puede ser una solución, pero ¡cuidado!, si se impone un castigo hay que cumplirlo siempre. Sin embargo, hay que intentar no abusar de ellos, y pensarse qué tipo de castigo se va a imponer… se pueden ir acumulando y al final el niño estaría castigado de por vida.
– Hay que comenzar a marcar límites, en principio si ya han llegado a un punto extremo, no quedará otra que ser estrictos. Más tarde, cuando el niño haya cambiado de actitud se podrán renegociar esos límites.
– Dialogar con el niño. Hay que hacerlo cuando el niño esté calmado y de buen humor. Explicarle ya sea, bien directamente, o bien a través de historias, cómo debe comportarse es importante para que aprenda.
– Ante un ataque de rabia, hay que guardar la calma.
– Ante un ataque verbal, habrá que hacer que no las hemos escuchado… es fácil que después de un “¡Te odio mamá!”, la madre se sienta tan dolida que llegue a llorar delante del niño. Ante esto, es mejor retirarse, llorar si lo necesita, y volver después cuando se haya tranquilizado. En resumen, se trata de ignorar este tipo de frases.
– Ante un ataque físico. Hay que parar al niño, agarrarle la mano y decirle “¡Basta!”, no es el momento de dialogar con él y explicarle que está mal… es momento de pararle. Después, cuando todos estén más calmado se hablará de ello.
Todo esto puede funcionar o no, depende de cada niño y también dependerá de los padres. No siempre es fácil actuar ante una situación así, y lo que funciona en unos casos, puede no resultar en otros. Lo que sí es cierto, es que ante el síndrome del niño emperador hay que hacer algo, y cada uno deberá elegir cuál será la forma.
Foto: mdanys.