La higiene y el cuidado de la piel del niño son tan importantes no sólo desde el punto de vista estético, sino también porque su fragilidad la hace más sensible a agentes de tipo infeccioso o irritativo.
En los bebés la piel es mucho más fina que en el adulto, por lo que es más sensible a pequeños traumatismos. Además, la elevada proporción entre la superficie y el volumen corporal, entre dos y cinco veces mayor que en el adulto, justifica la facilidad para adquirir infecciones a través de la piel y el riesgo de toxicidad secundario a la absorción percutánea de sustancias aplicadas tópicamente.
Los baños en el lactante deben ser breves (el ritual del baño no debe durar más de cinco minutos y el bebé no debe estar a remojo más de dos), utilizando una pequeña cantidad de jabón neutro y haciendo una suave fricción sobre la piel, ya que el estrato córneo hiperhidratado por efecto del agua es aún más frágil ante los pequeños traumatismos. Tras la aplicación del producto debemos enjuagar bien la piel para eliminar los restos de jabón y luego secar muy bien al bebé, de un modo suave y fijándonos en secar bien los pliegues (codos, parte de atrás de las rodillas, entre piernas, cuello, etc.).
A la hora de elegir un producto para la higiene y el cuidado de la piel del bebé debemos prestar especial atención, ya que la cantidad de productos de higiene especiales para el bebé ha aumentado extraordinariamente en los últimos años y, en consecuencia, ha incrementado el número de reacciones adversas observadas tras su aplicación, máxime porque los padres y cuidadores dan por supuesto que todo aquello etiquetado como producto para niños es seguro y no tóxico, independientemente de como se utilice.
Imagen: loquenosabias
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