Por ello, no debemos olvidar meter en su mochila, además de sus libros, plumieres y material escolar, una buena fuente de hidratación que puede ser una botella de agua, unos zumos, una pieza de fruta rica en agua o alguna bebida hidratante para que puedan tomarla a la hora del recreo o durante su intensa actividad.
Los niños presentan mayor riesgo de deshidratación, por lo que debemos prestarles mucha más atención y asegurarles una buena hidratación.
El agua supone el 70% del peso corporal de los niños, por lo que es muy importante mantener este nivel, ya que una pérdida de líquidos repercute en el funcionamiento del organismo. Por ejemplo, al perder el 1%, aparece la sensación de sed; si se pierde el 2%, se reduce el rendimiento y la resistencia, y a partir del 5% se puede producir una aceleración del ritmo cardíaco, apatía, vómitos y espasmos musculares.
El organismo humanos es incapaz de producir el líquido que necesita, por lo que es necesario proporcionarle las cantidades adecuadas a través de los alimentos y de otros líquidos. De hecho, se calcula que del total del agua necesaria, un 20-25% proviene de los alimentos y un 75-80% de las bebidas.
Para conseguir reponer adecuadamente los líquidos, además de llevar un estilo de vida saludable, tenemos que aportarle a nuestros hijos una dieta equilibrada. Por tanto, a los pequeños les proporcionaremos un correcto estado de hidratación si les ofrecemos sopas, frutas, verduras y les ayudamos a variar el consumo de líquidos incluyendo en su día a día bebidas como refrescos, zumos de frutas, lácteos, batidos, bebidas ricas en sales minerales, etc. Además de hidratar y calmar la sed, su sabor facilitará que nuestros niños beban más.
Si llevas a la práctica todos estos consejos, estarás evitando la deshidratación de tus hijos. Por que ya se sabe, “más vale prevenir…”.
Imagen: iowaswaterandlandlegacy
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