El tratamiento para la intolerancia a la lactosa, obviamente, consiste en retirar la lactosa de la dieta del niño y sustituir los lácteos por productos sin lactosa: leche sin lactosa, bebida de soja o de arroz. El queso (sobretodo el más curado) y el yogurt se toleran mejor y hay personas que los pueden tomar sin problemas, ya que contienen menos cantidad de lactosa por el proceso de fermentación al que son sometidos.
En aquellos casos de déficit de lactasa secundaria, se eliminará la lactosa de la dieta de forma transitoria, solo durante un tiempo hasta que el niño se recupere del proceso que origina el déficit de lactasa.
También existen pastillas de lactasa artificial que se pueden usar de forma esporádica en aquellos casos en los que no se puede asegurar que no haya lactosa en la comida: comidas en restaurantes, cafeterías, celebraciones… Pero estas pastillas no se deben usar para realizar una dieta con lactosa en cantidad normal.
¿Dónde hay lactosa?
En la leche de origen animal, de todos los tipos (tanto en la entera como en la desnatada y semidesnatada) y en la leche procedente de todos los mamíferos (de vaca, cabra, oveja, leche humana…). También se encuentra en los derivados de la leche: batidos, flanes, natillas, nata, postres, chocolate, helados, bollería, pasteles, algunas mantequillas, salsas y platos que se hacen con leche: croquetas, canelones, bechamel… o productos que contienen lactosa como conservante.
Es importante leer con atención las etiquetas porque muchos productos envasados contienen lactosa o leche: salchichas, embutidos, pan de molde, platos preparados, incluso algunos medicamentos. Aunque hay personas que toleran esas pequeñas cantidades (también llamadas trazas de lactosa), por lo que habrá que individualizar la dieta en función de cada caso.
Intolerancia a la lactosa: le sienta mal la leche
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