La carne, sea cual sea su origen (vaca, oveja, aves, cerdo…) es uno de los alimentos básicos y su principal misión es administrar proteínas que posteriormente “construirán” los músculos y los huesos de los niños. Es uno de los elementos básicos en una dieta equilibrada y también es una fuente valiosa de lípidos, minerales y vitaminas.
El componente más frecuente de la carne es el agua y después las proteínas, que son de gran calidad. Además, encontramos lípidos o grasas que son imprescindibles para darle sabor, jugosidad, aroma y color a la carne. Estos lípidos aportan ácidos grasos esenciales y son el vehículo de las vitaminas liposolubles (A, E, K, D).
La carne también ofrece oligoelementos como el hierro (fundamentalmente la carne roja y especialmente la vacuna). Dentro de las aves, el pavo tiene más hierro que el pollo. Asimismo es una fuente de zinc y de selenio, y aporta vitaminas hidrosolubles, como las del complejo B (sobretodo B6 y B12). Además contienen vitaminas liposolubles, especialmente las vísceras (el hígado es altamente rico en vitamina A).
Más o menos grasa
Cada tipo de grasa es diferente según el tipo de carne. La carne de los animales rumiantes (vaca, oveja) tiene un alto número de ácidos grasos saturados (ácido palmítico, ácido esteárico, ácido mirístico) mientras los ácidos grasos poliinsaturados (ácido linoleico y linolénico) son muy frecuentes en la carne de conejo y algo menos en las carnes de ave (pollo, pavo).
El cerdo ibérico, por su parte, es rico en ácido oleico, lo que disminuye el colesterol total y los triglicéridos.
Carne de conejo, muy saludable
Recientemente se recomienda introducir la carne de conejo en la alimentación infantil habitual, debido a sus buenas cualidades nutricionales: un bajo contenido en colesterol, una adecuada proporción de ácidos grasos poliinsaturados, un alto porcentaje de proteínas de elevado valor biológico, y ya que es muy rica en calcio y hierro y vitaminas E, B6, B12 y ácido fólico. Además, es de consistencia blandita y se digiere fácilmente.
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