Dicen que no hay mejor juguete que el juguete sencillo, o dicho de otro modo, que los juguetes más complejos y específicos son los más aburridos a largo plazo. Cada vez que veo a mi hija jugando con una caja de cartón, pienso que en realidad los niños no tienen necesidad de juguetes complejos, muñecos que solo hacen un par de cosas, o juegos que solo pueden tener un puñado de variantes antes de agotar sus posibilidades. A los dos años, ella juega y empieza a imaginar cosas, y lo que empezó como un simple acto repetitivo, de abrir y cerrar una caja, introducir cosas y sacarlas, y vuelta a empezar, ahora es el juego universal: la caja es lo que ella quiera que sea.
Y quien dice una caja, dice una pizarra para dibujar con unas tizas. Un punto puede ser Dora la Exploradora, una espiral (hecha a su manera, lógicamente) es un caracol, y a partir de ahí, su imaginación hace el resto. Por este tipo de cosas es por lo que triunfaron vídeos tan virales, en su momento, como aquél del niño que recibe un palo como regalo de cumpleaños. ¿Qué hay más polivalente que un palo o una caja? Lo realmente necesario, y ahí es hacia dónde queremos ir, no es que un niño tenga juguetes sofisticados, ni muchos juguetes, sino que juegue.
Si comprendemos que el niño necesita jugar para completar sus aprendizajes, mejorar su coordinación, relacionarse con otros niños,… entonces entenderemos por qué el insulso cartón de una simple caja tiene tanto interés para los pequeños: lo tiene porque son infinitas las posibilidades de uso que tiene. Puede ser una casita; a lo mejor se convierte en la cama de sus muñecos; puede ser una interesante caja donde guardar los juguetes, y luego tirarlos de nuevo al suelo; se puede meter dentro y esconderse para darnos un susto. Más importante que el juguete es el uso que se le da, pero a veces a los padres nos surge la duda sobre cómo elegir el mejor juguete para nuestros hijos.
Lo que deberíamos preguntarnos, en realidad, es ¿qué gustos tiene? ¿Qué hace con mayor intensidad? ¿Pinta en cualquier superficie que encuentra? ¿Le gusta leer (o pasar las páginas de los libros y disfrutar de ello, si es que no tiene edad para leer)? ¿Se pasa horas montando y desmontando piezas de construcción? ¿Es más de jugar con muñecos? Son preguntas que cualquier padre o madre normal saben responder sin necesidad de pensarlo mucho. A la hora de comprar un juguete también debemos plantearnos si vamos a jugar nosotros también, porque no siempre es necesario. Es genial pasar el máximo tiempo posible con los hijos, pero también necesitan de su tiempo de juego a solas, como todo el mundo.
Foto de pixydust8605Conforme el niño va siendo menos bebé, hay que adaptarse en la medida de lo posible y razonable a sus gustos. Si cedemos a alguna petición que luego le salga “rana” (es decir, si comprueba que el juguete que tanto quería, en realidad no es como “dicen en la tele”), probablemente podamos ir encarrilando sus gustos a los juguetes más polivalentes, y con más posibilidades para que aprenda y no deje de divertirse jamás. Por el contrario, si compramos su atención con juguetes a la última, con juguetes que tienen una sola función, o un conjunto muy limitado, no solo estaremos mimándolo, sino que además perderá interés en jugar con su imaginación.
Las manualidades, los juegos al aire libre, bailar o escuchar música, pintar en una pizarra, o con los dedos, ayudar a hacer “cosas de mayores”, son cosas simples que, si nos fijamos bien, los hacen más felices que una fortaleza llena de cacharros que, en realidad, solo sirven para jugar de unas pocas maneras diferentes. Cualquier padre o madre sabe que sus hijos disfrutan cuando se juega todos juntos, que repasando una y otra vez las dos formas de jugar con el “juguete del siglo”.
Es posible, y factible, no equivocarse con nuestros hijos, al menos mientras no entren en etapas más complejas como la adolescencia, y si seguimos los consejos que ya nos dio en su día Ana, seguro que sabemos decir 10 juegos o juguetes perfectos para que nuestros hijos disfruten.