El asma es una enfermedad respiratoria que se produce por una inflamación crónica de los pulmones. Esta inflamación genera episodios puntuales, denominados de forma común “ataques”, en los que existe una obstrucción a la salida del aire de los pulmones, y eso hace que al niño le cueste respirar. Estos “ataques” se producen como respuesta a un estímulo que los desencadena y son reversibles.
El asma es bastante frecuente en niños, aunque la mayoría de los que lo padecen puede hacer una vida normal, guardando una serie de normas elementales. Por desgracia, una pequeña parte de los casos son más complicados de manejar.
¿Por qué se produce?
Existen una serie de factores genéticos que hacen que los pulmones del niño reaccionen de forma exagerada frente a factores externos. Es lo que se denomina “asma intrínseco”. En los casos en los que no existen factores externos conocidos que desencadenen el cuadro, se denomina “intrínseco”, pero es menos frecuente en niños.
También existen factores que pueden influir como la edad, ya que el asma es más frecuente en edades tempranas; o el sexo, pues se ve más en varones. Los niños con asma suelen tener antecedentes familiares de asma u otras alergias. No es raro que el niño tenga antecedentes de alergias o reacciones cutáneas.
Entre los factores externos que influyen en la aparición de asma estarían los pólenes y ácaros, el humo de la contaminación y del tabaco o muchos productos químicos. Solo el humo del tabaco podría aumentar hasta más del doble el riesgo de un niño de padecer asma. También pueden influir las infecciones por algunos virus respiratorios, el frío, algunos medicamentos, colorantes y conservantes de uso común, ciertos olores y hasta el ejercicio físico. Los factores externos son tan importantes que, en ocasiones, basta con eliminarlos para controlar la enfermedad. El mayor problema suele residir en localizar cuáles son.
¿Cuáles son sus síntomas?
Lo más conocido son los episodios de crisis asmática o “ataques de asma”, caracterizados por las llamadas “sibilancias espiratorias”, también conocidas como “pitos al respirar”, y que son una especie de silbidos que se oyen en el pecho del niño.
Los episodios agudos se suelen relacionar con desencadenantes tan variados como el ejercicio físico, el frío, determinados pólenes o las infecciones, y pueden ser desde leves hasta graves. Algunos se inician de forma brusca y otros van apareciendo de forma más lenta, mostrando síntomas leves incluso días antes de que comience la crisis en si. Otro síntoma frecuente es la tos seca, molesta e irritativa, que empeora por las noches.
A veces los niños presentan síntomas más ambiguos, como cansancio crónico, episodios de fatiga u otros como dolor en el pecho al respirar, sensación de falta de aire o cansarse con facilidad cuando hacen ejercicio.
Cuando el ataque agudo es más grave, se puede apreciar que al niño se le empiezan a marcar las costillas al respirar, señal de que está forzando los músculos para conseguir que entre aire. En estos casos se debe administrar medicación y acudir de forma rápida a un servicio de urgencias, ya que la fase siguiente sería aquella en la que no entra aire suficiente en los pulmones. Un cuadro agudo y prolongado que no mejora con el uso de medicación se denomina “estatus asmático”, es grave y debe ser tratado siempre en un hospital.
En los lactantes mayores y en preescolares existe una forma concreta denominada “asma del lactante“, en la que los niños suelen presentar episodios de tos y pitos cuando tienen infecciones de garganta. Estos cuadros son frecuentes, no suelen repercutir negativamente en el niño y suelen ir remitiendo al alcanzar la edad escolar. En los adolescentes es frecuente el asma por ejercicio, que a veces se junta con que el niño se muestre reacio a realizar un tratamiento adecuado. Por eso conviene educar desde pequeños a los niños asmáticos en su enfermedad, para que al llegar a la adolescencia estén implicados en su tratamiento.
Uno de los mayores problemas del asma mal controlado es que puede afectar a la vida del niño, produciendo absentismo escolar e incluso poner en riesgo su vida.
No solo fármacos
Lo ideal para tratar el asma es conseguir que el niño lleve una vida lo más normal posible, por lo que el objetivo del tratamiento del asma en los niños es conseguir que la inflamación pulmonar disminuya para que se produzcan menos episodios de obstrucción y con menor riesgo. Para ello, en algunos casos, se suele realizar un tratamiento de fondo y, en todos, cuando se presentan crisis, tratarlas.
La mayoría de las crisis, si los padres están entrenados, pueden tratarse en el domicilio. Pero los casos moderados o severos pueden necesitar acudir a un hospital, por eso es esencial que los padres sepan reconocer y cómo reaccionar ante posibles cuadros severos.
A pesar de esto, el tratamiento no se realiza solo con medicamentos. A veces, anular los factores que desencadenan el asma puede bastar para controlar la enfermedad. Y en todos los casos es esencial saber reconocer y controlar los ataques agudos, manejar la medicación y los factores de riesgo. Por eso la educación del niño con asma es uno de los pilares del tratamiento.
¿Cómo se tratan los ataques agudos?
Una crisis de broncoespasmo puede producirse en cualquier momento, especialmente por las noches. Por eso, los padres de niños asmáticos deben saber reconocer un episodio de asma agudo, qué medicación usar (en general, el salbutamol inhalado) y cómo hacerlo, así como las parámetros que indican que deben acudir a un servicio de urgencias, como suele suceder con los niños de alto riesgo, las crisis graves o cuando no se produce mejoría inmediata con el tratamiento del ataque agudo.
En caso de actuar a tiempo y de forma correcta se reduce mucho el riesgo de cuadros graves. Pero cuando la respuesta no es clara se debe acudir a un servicio de urgencias.
Tratamientos de fondo
No todos los niños con asma necesitan un tratamiento de fondo, solo aquellos en los que la frecuencia de episodiso agudos es elevada. Los fármacos más usados en estos casos son los corticoides inhalados, aunque existen otros. El objetivo es controlar la enfermedad y luego ir bajando las dosis y la potencia de la medicación. Para administrar la medicación inhalada se suelen usar inhaladores junto con las llamadas “cámaras espaciadoras”, que permiten que los niños más pequeños puedan recibir el medicamento con facilidad y seguridad.
El correcto cumplimiento del tratamiento de fondo es fundamental, ya que la causa más frecuente de ataques agudos es el incumplimiento del mismo. Un mal cumplimiento puede terminar propiciando una subida de dosis de los fármacos de fondo, con mayor riesgo de efectos secundarios.
¿Se pueden controlar los factores externos?
En muchos casos, sí. Por ejemplo, si el asma es de origen alérgico es importante conocer las sustancias que lo producen para intentar aislarlas. A veces, solo esto es suficiente para controlar la enfermedad. En muchos casos los alérgenos son el polvo o ciertas mascotas, pero también hay sustancias irritantes, como el humo, que pueden agravar los efectos de otros alérgenos.
Si el niño es alérgico a los ácaros del polvo, será importante mantener limpia la casa y evitar los peluches, las tapicerías o la humedad ambiental. A veces los desencadenantes son virus, por lo que, en casos concretos, se aconseja no llevar al niño a la guardería. Por este mismo motivo se suele indicar la vacunación de la gripe a los niños asmáticos.
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