Con nuestro primer hijo, seguimos muchos de los consejos que nos regalan las vecinas, las abuelas o las demás mamás del parque porque, simplemente, ¡ellas tienen más experiencia! Pero lo que se dice “por ahí” no siempre es lo correcto y lo que se hacía hace años no tiene por qué ser lo mejor ahora.
Por eso, os dejo cinco, entre muchos otros, de los errores de primera más comunes:
1. Bañarle todos los días
No es que sea un gran error, pero los pediatras aseguran que con bañar a los bebés dos o tres veces a la semana es más que suficiente. Sobre todo si sufren dermatitis atópica, puesto que el manto graso de la piel se ve alterado con el baño y pueden empeorar los síntomas cutáneos.
Si aseamos al pequeño todos los días tras el cambio del pañal, limpiándole bien el culete con una esponja o toallita y le lavamos las manitas, no es necesario usar la bañera a diario, y menos utilizar jabón (aunque sea muy suave), salvo que al pequeño le encante el contacto con el agua calentita y le sirva para relajarse antes de ir a dormir. En ese caso los padres saben perfectamente qué es lo mejor para sus hijos.
2. Esterilizar todo hasta que el bebé cumple un año
Es cierto que una buena higiene en los bebés es fundamental, sobre todo durante las primeras semanas de vida, pero no hay que obsesionarse. El ser humano tiene un sistema inmunológico que le protege de la mayoría de los gérmenes de la naturaleza. Es la llamada inmunidad natural.
En el organismo existen barreras naturales como la mucosa y las secreciones del tubo digestivo y del aparato respiratorio. Gracias a ellas los microorganismos que penetran en el cuerpo la mayoría de las veces no producen infección y, es más, al entrar en contacto con ellos se va desarrollando el sistema inmunológico creando anticuerpos. Este sistema no está plenamente desarrollado en el recién nacido, pero aunque esterilicemos bien los biberones, tetinas, chupetes o mordedores, las manos de los bebés no son estériles y no podemos evitar que se las lleven a la boca.
Lo que hay que intentar es que sus objetos estén bien limpios para que el pequeño entre en contacto con un número determinado de bacterias que le ayudan a desarrollar sus propias defensas, pero no las suficientes para que le provoquen una infección. Otra cosa son los niños prematuros; con ellos hay que extremar la higiene, sobre todo las primeras semanas de vida.
Ha llegado la hora de la toma y nuestro bebé duerme plácidamente. ¿Qué hacemos? Pues no es necesario, ni siquiera aconsejable, despertarle, puesto que interrumpimos el sueño reparador. Solo hay que hacerlo en ciertos casos, como cuando ha nacido con bajo peso o con alguna enfermedad metabólica que requiera mantener unas pautas y unos horarios estrictos en su alimentación.
Un bebé es como un reloj y si tiene hambre, no hay duda de que nos avisará como mejor sabe: llorando. Si está durmiendo, aunque hayan pasado dos o tres horas desde la última toma, es porque está tranquilo y no tiene hambre o porque no hay nada que le perturbe (dolor, incomodidad). Por eso, no debemos adelantarnos a sus necesidades.
4. Abrigarle demasiado
Los recién nacidos no regulan bien la temperatura, pero no por ello tenemos que abrigarles en exceso: podrían sudar mucho y eso les perjudicaría (se sabe que aumenta el riesgo de muerte súbita). Si la casa ronda los 20-22º, tu bebé estará bien con un body y un pelele que le cubra los pies. Podemos saber si tiene frío, si sus manos y pues lo están. Entonces le abrigaremos más. Si suda por el cuello, es que tiene calor. Entonces le quitaremos ropa.
5. Mantener la casa en silencio cuando duerme de día
Para que nada perturbe su sueño, muchos padres mantienen la casa en absoluto silencio y oscuridad cuando el bebé duerme su siesta durante el día. Si mamá también aprovecha ese ratito para dormir y descansar, estupendo, pero si no, no es aconsejable hacerlo.
El motivo es simple, al cumplir el mes y medio de vida los patrones de sueño empiezan a relacionar los ciclos de luz-oscuridad y el pequeño está más predispuesto a dormir más tiempo por la noche. Para que ese ciclo se consolide y consigamos que relacione un reparador sueño nocturno, el bebé debe percibir la luz del sol y habituarse a los ruidos cotidianos de la casa durante las siestas para saber cuándo es de día. Cuando todo esté en silencio y más oscuro, es decir, por la noche, sabrá que es el momento de dormir durante más tiempo.
Además, si hay un silencio absoluto cuando el niño duerme, ocurrirá que cualquier ruido, por mínimo que sea, lo sobresaltará. Ello conducirá a que durante el sueño del bebé se tendría que parar la actividad del resto de la familia. Y eso, desde luego, no solo no es bueno para el niño, tampoco lo es para los padres, que se verán obligados a modificar sus horarios “para que el niño duerma bien”.
Por mi parte he terminado con mis consejos pero, ¿y vosotras, nos contáis los vuestros?
Fotos | Peter Dahlgren; Margus Kulden;