La diabetes gestacional es una alteración en el metabolismo de los hidratos de carbono que se inicia o se descubre en el embarazo y que, la mayoría de las veces, está provocada por los cambios que se producen en él (el organismo de la mujer sufre unos cambios hormonales muy intensos).
Aunque esta patología conlleva ciertos riesgos, tanto para la salud de la madre como para la del futuro bebé, actualmente es una situación fácil de detectar y de controlar. Además, la mayoría de las mujeres que la padecen recuperan los niveles normales de azúcar después de dar a luz.
La insulina es una hormona producida por el páncrear que actúa sobre las células del organismo, favoreciendo la absorción de azúcares para ser usados como fuente de energía. Durante el embarazo, principalmente a partir de la semana 20 de gestación, la placenta libera hormonas que bloquean la acción de la insulina. De este modo, el organismo materno no dispone de la suficiente y, al no poder compensar esta situación, se produce la diabetes gestacional.
Padecer diabetes gestacional puede conllevar numerosos riesgos para el buen curso del embarazo. Aunque el problema aparece en una etapa del embarazo en la que el feto ya está formado (por lo que no provoca malformaciones), sí que puede afectar al pequeño de otras maneras. La complicación más frecuente es la macrosomía, es decir, que el bebé se hace demasiado grande (al nacimiento supera los 4 kilos de peso).
Esto se debe a que, para metabolizar la glucosa que recibe de su madre, el feto produce insulina, lo que le hace crecer más de lo normal. También puede haber sufrimiento fetal y algunos problemas neonatales como las hipoglucemias, ya que el páncreas del bebé tarda un tiempo en ajustarse tras el parto.
Además, si la extracción fetal consigue ser por vía vaginal, el bebé puede sufrir ciertos traumatismos, como fracturas claviculares.
En cuanto a la mujer, lo más destacado es que, al ser el bebé más grande, hay mayor probabilidad de que se tenga que realizar una cesárea, ya sea porque se hace necesaria una inducción del parto (en este caso el recién nacido sería prematuro) o porque, aún llegado el embarazo a término, existe una extrema dificultad de nacer por vía vaginal. Si se lograra un parto natural, evidentemente también hay una alta tasa de desgarros vaginales.
Por otro lado, la mujer puede sufrir infecciones de orina de repetición, ya que el crecimiento bacteriano se ve favorecido por los altos niveles de glucosa, y problemas hipertensivos.
Ante el riesgo de padecer la enfermedad, lo habitual es realizar a las embarazadas un test de cribado o screening, denominado test de O’Sullivan, durante el segundo trimestre, entre las semanas 24 y 28 de la gestación. Sin embargo, el Grupo Español de Diabetes y Embarazo, formado por profesionales de la Sociedad Española de Diabetes, de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia y de la Asociación Española de Pediatría (Sección de Neonatología) indica ciertos casos en los que este test se debe realizar durante el primer trimestre.
Se trata de gestantes que presentan algún factor de riesgo como obesidad (un índice de masa corporal igual o superior a los 30 kilogramos por m²), edad igual o superior a los 35 años, antecedentes personales de diabetes gestacional u otras alteraciones del metabolismo de la glucosa, resultados obstétricos previos que hagan sospechar una diabetes gestacional no diagnosticada como la macrosomía en familiares de primer grado con diabetes.
El test de O’Sullivan consiste en tomar 5o gramos de glucosa, en cualquier momento del día e independientemente de la ingesta previa de alimentos. Con ello se determina la glucemia en sangre, aceptándose como un resultado positivo una cifra igual o superior a 140 mg/dl.
Si este test da positivo, se realiza otra prueba de confirmación, la sobrecarga oral de glucosa. Consiste en una extracción de sangre y la administración por vía oral de cien gramos de glucosa en el transcurso de cinco minutos. Posteriormente, la mujer deberá permanecer sentada y sin fumar y se le tomarán muestras de sangre venosa pasa una, dos y tres horas. Finalmente se determinará la glucemia en el plasma venoso, considerando que hay diabetes gestacional si dos o más valores son iguales o superiores a lo normal.
Para hacer esta prueba, se recomienda a la embarazada que los tres días anteriores a su realización tome una dieta que no restrinja los carbohidratos o que, al menos, le aporte diariamente una cantidad superior a 150 gramos de estos nutrientes. El día de la prueba, tiene que haber pasado un ayuno previo de ocho a 14 horas.
Una vez efectuado el diagnóstico de diabetes gestacional, la paciente debe iniciar el tratamiento lo antes posible. Éste se basa en una serie de pilares fundamentales:
- Control dietético: es esencial que la mujer siga una dieta equilibrada y fraccione la ingesta de comida en una seis tomas al día. Habrá que prestar especial atención a ciertos alimentos, como las carnes con alto contenido graso o los fiambres, reduciendo su consumo; optar por lácteos desnatados o semidestanados y evitar los bollos, los dulces, los zumos y refrescos azucarados y determinados productos precocinados.
- Ejercicio físico: es otra práctica imprescindible para controlar bien el problema. Se recomienda que la mujer haga, a diario, ejercicio físico moderado (por ejemplo, un paseo de una hora de duración).
- Autoanálisis de la glucemia: se recomienda la práctica de controles de glucemia para ajustar la cantidad y el reparto adecuado de los hidratos de carbono. Estos análisis se harán a diario, antes y después de comer.
- Exhaustivo control de peso y de la tensión arterial: además, a los estudios ecográficos habituales de una gestación normal, las pautas fijadas por el Grupo Español de Diabetes y embarazo recomienda añadir otro más, entre las semanas 28 y 32, para poder controlar al feto y detectar la presencia de macrosomía.
Si los buenos hábitos alimentarios y la actividad física no le proporcionan a la mujer un nivel de glucosa en sangre apropiado, puede ser necesario recurrir a un tratamiento farmacológico con insulina.
Para conseguir una alimentación saludable asegúrate de que en tu dieta no falta:
- Fruta y verdura (cinco raciones al día).
- Cereales integrales, arroz, pan, pasta, patatas (de cuatro a seis raciones al día).
- Productos lácteos (en total, un litro al día).
- Legumbres, como soja, lentejas, alubias (de dos a cuatro raciones a la semana).
- Aceite de oliva (entre dos y cinco cucharadas al día).
- Una pequeña cantidad de frutos secos en ensaladas.
- Pescados azules, carnes magras y huevos (tres o cuatro raciones a la semana).
Además de la constante vigilancia bajo la que debe estar la gestante durante todo el embarazo, revisando que todo va bien y realizando una prevención de las posibles complicaciones; también ha de haber un control específico en el parto. En este momento se hace necesaria una monitorización glucémica e incluso puede ser necesaria la administración de algunas dosis de insulina. Por otro lado, los expertos del Grupo Españos de Diabetes y Embarazo indican que tras el parto, se suspenderá el tratamiento y se realizarán controles glucémicos para confirmar la situación en el posparto inmediato.
La mujer deberá seguir llevando uno hábitos saludables (dieta, ejercicio, abstención del tabaco…) y a partir de las 6-8 semanas tras el parto o una vez finalizada la lactancia, se llevará a cabo una sobrecarga oral de glucosa, según la metodología empleada en la población no gestante. A partir de ahí, según los casos, algunas mujeres deberán seguir revisándose más habitualmente que otras. Lo normal son controles anuales de la glucemia.
Por supuesto, el recién nacido también tendrá que ser revisado para poder detectar una posible hipoglucemia neonatal.
Fotos | Frank de Kleine; Beatrice Murch; PresidenciaRD; André de Abreu