Los tics son un tipo de hábito, involuntario, automático y de corta duración. Suelen producirse de manera repentina y reiterativa, con intervalos determinados, y sin variaciones significativas en su forma.
Entre los 6 y los 10 años son relativamente frecuentes, pero ello no implica la necesidad de que se perpetúen. De hecho, alrededor del treinta por ciento de los niños los reducen en la adolescencia o desaparecen cuando son adultos.
¿Por qué se producen?
Aparecen por diferentes motivos y pueden variar según el niño. Entre ellos influyen los biológicos o neurológicos. Muchos de ellos se desencadenan, por ejemplo, a partir de la vivencia de un hecho que resulte traumático, quedándose el tic asociado a emociones negativas, como, por ejemplo, el miedo; generalizándose después y extendiéndose a otras situaciones cuando el niño vuelve a sentir miedo. Esta continua reaparición del tic provoca que acabe instaurándose en el carácter del niño.
También existen otro tipo de causas, como las que están asociadas a momentos de fatiga o estrés. Por ejemplo, en algunos niños que se ven obligados a realizar un cambio de escuela, o incluso por la simple realización de un examen, la presencia de determinadas personas, o por el contrario, estando solos.
¿Cómo tratarlos?
Los tics se reducen cuando el niño está relajado o concentrado en alguna actividad como la lectura o un juego. Si los tics perturban en exceso su vida cotidiana, es aconsejable acudir a la consulta de un profesional para que determine cuáles son las técnicas más adecuadas para su tratamiento.
Existen dos tipos de tics: fónicos y motores. Como ya os mencioné en el artículo anterior, estos tics se irán perdiendo con la edad, pero, si vemos que interfieren en exceso en el desarrollo del pequeño, lo más adecuado será acudir al especialista para que nos ayude a ponerle remedio.
Son sonidos y ruidos rápidos sin sentido: gruñir, sisear, carraspear la garganta, o inspirar fuerte por la nariz. Pueden producirse también otros más complejos o problemáticos como repetir las primeras sílabas de las palabras, o simplemente repetir la palabra entera o una frase; siempre fuera de contexto.
Tics Motores
Son movimientos que aparecen en alguna parte de la cara, cuello o cabeza como abrir y cerrar los párpados, o mover bruscamente la boca. Si se complican, podemos encontrarnos con gestos groseros y bruscos: ponerse a saltar, sacudidas de piernas y brazos, o imitar movimientos realizados por otras personas.
¿Cómo ayudamos al pequeño a reducir los tics?
- Hay que conseguir que el niño sea consciente de los tics: uno de los objetivos de esta toma de conciencia es lograr que el niño sepa detectar las sensaciones corporales previas al tic. Colocarle frente a un espejo para que se observe mientras el tic le sobreviene, favorece este objetivo.
- Encuentra un comportamiento que sea incompatible con el tic, para que después el niño se entrene en su ejecución hasta dominarlo, de tal forma que su realización impida que aparezca el hábito nervioso: por ejemplo, el meterse las manos en los bolsillos impide comerse a la vez las uñas.
- El niño debe entrenarse en ejercicios de respiración y relajación muscular.
- Tener paciencia: es necesaria la práctica de la conducta incompatible durante al menos dos o tres meses. Un éxito rápido provoca que muchos niños abandonen los ejercicios de entrenamiento.
Fotos | Steve Baker; Evan Long