Estemos esperando un hijo o no, todos han oído alguna vez que la mejor alimentación para el bebé, es la leche materna. Durante el embarazo el pecho de la mujer irá sufriendo transformaciones (lo más evidente es el aumento), mientras se prepara para la llegada del bebé.
Cuando el bebé nace, la hormona prolactina comenzará a funcionar, y unida con la oxitocina, harán que la leche esté preparada, en poco tiempo, para alimentar al recién nacido. La llamada, subida de la leche, dependerá de unas mujeres a otras. En unas puede tardar más, en otras puede ser que la cantidad sea mayor, etcétera.
Por regla general, la mujer notará cuándo les sube la leche. El pecho tenderá a ponerse duro, caliente, e incluso a algunas le podría subir unas décimas la temperatura corporal. En los casos más extremos, es posible que el pecho, al tener una subida rápida de leche, se congestione. En estos casos, se recomienda aplicar gasas frías sobre el pecho, dar masajes y, si esto no funciona, el médico podría recetar algún medicamento.
El propio cuerpo, de forma natural, producirá la leche, sin embargo, hay que tener en cuenta que además, habrá que estimularlo, y la forma de hacerlo será ofreciendo el pecho las máximas veces posibles al bebé, al menos hasta que el cuerpo regule su fabricación, de forma que ni sea excesiva ni escasa.
Lo primero que ingerirá el bebé a través del pecho, será el llamado calostro, un líquido amarillento, rico en proteínas, grasas, carbohidratos y otras sustancias inmunológicas, por lo que está más que recomendado para los bebés. Mientras dura la etapa del calostro, habrá que ponerse al recién nacido a menudo al pecho, ya que, aunque es muy rico, también la cantidad será muy escasa.
Imagen: Nina Matthews