En el momento en el que se confirma el embarazo todo cobra sentido. Las náuseas, los ligeros mareos, la irritabilidad, el cansancio extremo, los cambios de humor y la nueva apreciación de los sabores y olores ya tienen una razón de ser.
El aumento de pecho es uno de los cambios físicos más evidentes. Además, los senos se vuelven más sensibles por la influencia de la progesterona. La areola de los pezones se oscurece y a veces incluso se agranda y aparecen unos bultitos a su alrededor llamados tubérculo de Montgomery.
Las náuseas suelen deberse a la hormona gonadotropina coriónica (hCG), u hormona del embarazo, que alcanza sus niveles más altos en el organismo durante el primer trimestre de la gestación. Algunos ginecólogos, sin embargo, las atribuyen a factores emocionales y dicen que por eso hay muchas mujeres que no las experimentan, e incluso mamás que las sufren en el primer embarazo y no las tienen en los siguientes. Ligado a las náuseas, también se aprecia un aumento de la salivación (sialorrea).
El cansancio y la somnolencia son consecuencia de la hormona colecistocinina. Sus niveles en el organismo irán disminuyendo a partir del cuarto mes de gestación.
Es habitual que aumenten las ganas de hacer pis, por la presión del útero que va creciendo sobre la vejiga y los estímulos hormonales que aumentan la sensibilidad de la pared de la vejiga.
Pero ¡ojo!, no todas las embarazadas tienen estas molestias, o al menos no con tanta intensidad, porque igual que no hay dos embarazos iguales, el organismo de cada mujer es diferente.
Si bien es cierto que el primer trimestre es el más delicado porque se implanta el embrión y se forman la mayoría de los órganos del bebé, en general la futura madre puede hacer una vida completamente normal (salvo en los embarazos de alto riesgo) y tan solo debe tomar unas pocas precauciones para asegurar la buena marcha del embarazo.