El instinto protector de las mamás sale en todo su esplendor cuando llegan los primeros fríos. Pero no por poner a nuestro hijo como una cebolla va a coger menos catarros. Además, al abrigarle demasiado estará incómodo y sudará, y esto no le hace ningún bien. Lo mejor es ponerle distintas capas de ropa (un body, una camiseta, un jersey…). Con una sola prenda gruesa el niño pierde movilidad. Con varias, podemos ir poniéndole y quitándole en función de los cambios de temperatura. Tampoco hará falta desnudarle entero en los cambios de pañal o si queremos comprobar su temperatura.
En la cabeza, es fundamental ponerle un gorrito, ya que por ahí pierde calor corporal fácilmente.
En cuanto a los materiales, el algodón, el lino o el hilo son los ideales. Por el contrario, hay que huir de los sintéticos, porque no transpiran bien y favorecen las irritaciones y las alergias. La lana es excelente contra el frío (hay que elegir la que no suelta pelusilla), pero suele picar, así que debe ir encima de su ropita interior. Para el invierno, las prendas polares también vienen bien. Cuanto más algodón o tejido natural tengan en su composición, mejor.
La regla de “la capa de más” no es la ley
Poner al bebé una prenda más de las que visten sus papás (la regla de la capa extra) puede valer como guía, pero es muy relativa, pues a 25º hay quien lleva chanclas y manga corta y quien va con rebeca y pañuelo al cuello. Por otro lado, las manos y los pies, sobre todo los primeros meses, no son buenos indicadores de la temperatura corporal, ya que suelen tenerlos helados por la inmadurez del sistema circulatorio, de modo que hay que protegerlos con patucos y manoplas.
Los recién nacidos, como no regulan bien la temperatura (no lo harán hasta que tengan unos seis meses) y les falta grasa corporal, son más vulnerables al frío. Ellos sí tienen que ir más abrigados. Pero cuidado, porque se ha relacionado el exceso de calor con más posibilidades de muerte súbita.
En casa a 20-22 grados
Si vas a comprar un termómetro para controlar la temperatura de casa, mejor que sea también higrómetro; es decir, que mida la humedad ambiental. El motivo es que la calefacción reseca el ambiente, la piel y las mucosas del pequeño. En caso de que el ambiente esté muy seco (menos de 30-35% de humedad) lo mejor es hacerse con un humidificador o colocar recipientes con agua encima de los radiadores.
Con unas buenas condiciones de temperatura y humedad en casa es suficiente vestirle con un body y un pijamita que le cubra los pies. También hay que tener en cuenta el tipo de actividad. Si, por ejemplo, juega a pegar pataditas en su gimnasio, sus mofletes colorados nos indicarán que le sobra ropa. Sin embargo, si es de madrugada y está durmiendo profundamente, le puede hacer falta un poco de calor extra.
Los resfriados no vienen del frío
Los paseos diarios tienen tantas ventajas para los bebés que no hay que prescindir de ellos porque sea invierno (los resfriados vienen de los virus, no del frío). Así que, a menos que llueva a cántaros o haga un frío extremo, bien abrigaditos ¡y a la calle! Aquí es importante poner al peque una capa más de la que nosotros llevamos, ya que nosotros vamos andando y él está quieto en el carrito. Además de su abrigo o buzo (si no le tapa los pies, debe llevar calcetines gruesos y botitas) habrá que ponerle gorro, manoplas y bufanda, o una braga de forro polar como las que usan los esquiadores. Si hace mucho frío se puede completar con el saco del carrito y la burbuja.
Con todo esto, para saber si tiene frío o calor lo más efectivo es tocar al peque el pecho, la espalda, el abdomen o la nuca. Cuando los pelitos de la nuca están empapados es señal de que tiene calor. Si nos hemos pasado con el abrigo y está sudando, hay que quitarle la ropa mojada, secarle y ponerle ropa seca. La actitud también dice mucho: si se muestra irritado o llora, puede que esté acalorado o tenga frío.
Fotos | Nate; BenSpark; Ben Sepherd