El Síndrome de Down es un trastorno genético por el cual se tienen tres unidades en el cromosoma 21 en lugar de las dos habituales. Se trata de una discapacidad del desarrollo que se presenta aproximadamente en un niño de cada mil. Se caracteriza por rasgos específicos de la cara, retraso mental (varía en función de la persona) y, con frecuencia, problemas auditivos, visuales y defectos cardíacos.
Las malformaciones en la boca, el tamaño de la lengua y el retraso en la dentición (además, el patrón de erupción está muchas veces perturbado) provocan problemas de masticación y deglución, sobre todo en el proceso de destete y diversificación.
La hipotonía o falta de tono muscular de los músculos buco faciales hace que los bebés parezcan “blandos” y complica el proceso de alimentación.
La edad de inicio de la alimentación habitual se retrasa, y durante los primeros tres, cuatro e incluso cinco años, los niños con Síndrome de Down siguen necesitando básicamente una dieta blanda en forma de alimentos chafados o purés.
Problemas que interfieren con la alimentación
En los niños con Síndrome de Down, el crecimiento sucede de forma algo diferente. Al inicio es más acelerado, pero en los siguientes años se ralentiza, lo que conduce a una estatura más corta que la población general. Esto reduce las necesidades de alimento en comparación a los demás niños, aunque el hambre no esté reducida, por lo que existe cierta predisposición al sobrepeso y obesidad, especialmente entre los adolescentes y adultos.
La obesidad agrava las alteraciones cardíacas y la hipotonía muscular, por lo que, tanto padres como profesionales, deben luchar por una buena educación en los hábitos dietéticos desde el nacimiento. También resulta un factor de riesgo de diabetes.
La patología tiroidea es frecuente, afectando a un 10-15 por ciento de los niños. Su control es esencial para evitar aumentar el riesgo de obesidad.
A todo esto hay que añadir los problemas gastrointestinales. Desde el periodo neonatal, las personas con Síndrome de Down tienen aumentadas las probabilidades de desarrollar cuadros clínicos que interrumpan o interfieran con el proceso normal de digestión.
Alrededor del tres por ciento nacen con el ano perforado. Su corrección es posible con una cirugía simple. Entre el dos y 15 por ciento nace con enfermedad de Hirschsprung. En esta, la última para del intestino grueso no funciona adecuadamente debido a la falta de algunas células nerviosas. La patología altera la normal expulsión de las heces y se asocia con la inflamación del abdomen, vómitos e incapacidad de evacuar.
Aproximadamente el cinco por ciento presenta vómitos severos desde que nacen por obstrucción duodenal. Esto suele ocurrir porque durante la evolución fetal hubo un desarrollo anormal del duodeno. Otras veces la causa se debe a una obstrucción producida por el páncreas, que rodea la primera porción del intestino delgado inadecuadamente. Es necesaria la cirugía para ayudar a que el alimento digerido pase a través del duodeno.
En un uno por ciento tienen una fístula traqueo esofágica que hace que los pequeños regurgiten la leche y tengan frecuentes episodios de asfixia por el ingreso de los alimentos a la tráquea y pulmones. Su reparación es posible con corrección quirúrgica.
Alrededor del 16 por ciento padece enfermedad celíaca. Al ser una patología tan frecuente, todos los niños con Síndrome de Down entre dos y tres años deben someterse a un análisis de sangre para descartar la enfermedad. Su tratamiento es totalmente dietético, aplicar una dieta libre de alimentos que contienen gluten, la proteína responsable de la intolerancia.
Dadas estas características es necesario un gran apoyo tanto a profesionales como familiares en la enseñanza de hábitos de vida saludables a las personas con Síndrome de Down para optimizar su salud y calidad de vida.
Destete progresivo y sin prisas
La mayoría de los expertos recomiendan introducir otros alimentos diferentes de la leche entre los cinco y seis meses. La diversificación progresiva de alimentos es importante para el desarrollo del bebé y desempeña un papel educativo. El pequeño va descubriendo nuevos sabores y texturas a la vez que sustituye el biberón por la cuchara. Es frecuente que la dentición en niños con Síndrome de Down se inicie mucho más tarde (doce-dieciocho meses), lo cual también puede afectar a la progresión hacia una dieta que se asemeje a la del resto de la familia.
La alimentación complementaria debe iniciarse en el momento preciso, y de forma progresiva por el grado de inmadurez del organismo del pequeño. Si la diversificación es demasiado temprana, el organismo del bebé no estará preparado para poder asimilar los alimentos diferentes a la leche y probablemente padecerá trastornos digestivos, alergias y/o intolerancias a los alimentos.
La inmadurez neuromuscular ocasionará problemas de deglución, accesos de tos al alimentarse y dificultad respiratoria; y la inmadurez renal aumentará el riesgo de diarreas asociadas a una deshidratación hipertónica con consecuencias graves en su sistema nervioso central.
Otras complicaciones a añadir son los problemas de sobrealimentación y el cese de producción de leche en la madre que ha optado por la lactancia materna. En estos casos, los alimentos sustituyen parcialmente la leche y aportan un valor nutricional menor.
Si se incorporan demasiado pronto alimentos endulzados, zumos de frutas o cereales en biberón, habrá mayor riesgo de caries dental. Si la exposición a alimentos ricos en azúcares es prolongada, se desarrolla la caries del biberón.
Cuando la diversificación de alimentos se demora demasiado, puede ser motivo de desnutrición, ya que la leche, sea materna o artificial no basta para satisfacer los requerimientos para un crecimiento adecuado.
Fotos | Andreiandrade; Roberto Ortega; Andreaiandrade
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