Una convulsión febril es una convulsión que sucede coincidiendo con la fiebre, en ausencia de una infección del sistema nervioso central o de un desequilibrio electrolítico o alteración metabólica. Se presenta en lactantes y niños entre los seis meses y los cinco años de edad.
La convulsión febril puede aparecer por infecciones víricas o bacterianas. Las infecciones que con más frecuencia producen la fiebre son las viriasis de vías respiratorias altas, la otitis, la rubeola, las infecciones urinarias, la neumonía, la gastroenteritis y con menos frecuencia las infecciones bacterianas. Suele aparecer en las primeras etapas de la enfermedad infecciosa y representa, a veces, el primer signo de enfermedad.
El principal factor que determina su aparición es la predisposición genética. Las crisis febriles suelen tender a ser un trastorno familiar y son más frecuentes en los hermanos de niños o en los hijos de padres que han tenido convulsiones febriles.
Cuando acontece una convulsión febril, el niño pierde bruscamente la conciencia, su cuerpo puede ponerse rígido y comenzar con sacudidas o quedarse completamente flácido. También es frecuente que los labios estén morados, la boca cerrada con fuerza, como encajada, y la mirada perdida o desviada hacia un lado.
La convulsión suele durar poco tiempo, generalmente menos de cinco minutos. El niño se normaliza después de un breve periodo, en general unos 30 minutos y al final tiende a dormirse.
Tras la primera convulsión febril el riesgo de que se repita es de un 25% y aumenta a medida que se presentan más episodios y cuando el niño es menor de un año de edad. Cuando una primera convulsión febril aparece en niños menores de 12 meses, el riesgo de recurrencia es mayor. Además, los niños que han tenido más de una convulsión febril tienen un 50% de riesgo de desarrollar una nueva crisis.
Por otra parte, el riesgo de padecer epilepsia es mayor si el paciente presenta múltiples crisis febriles, si existen antecedentes familiares de epilepsia, si las crisis febriles son complejas o atípicas, de una duración superior a 15 minutos, si la fiebre era baja en el momento de la crisis, si existen anomalías neurológicas previas y si la primera crisis febril sucedió con una edad inferior a los 12 meses de vida.
¿Cómo actuar ante una convulsión? Ante todo y aunque sea complicado, tenemos que intentar mantener la calma, y luego:
- Coloca al niño tumbado de lado, sobre un costado en posición fetal; esto le permitirá respirar mejor. Colócalo lejos de objetos con los que pueda golpearse.
- No le introduzcas nada en la boca.
- Si no ha tomado antitérmico para la fiebre en las últimas dos horas, puedes ponerle un supositorio de paracetamol.
- Lleva al niño al pediatra para que confirme el diagnóstico. Acude al centro de salud u hospital más cercano.
- Una vez en casa, acude a urgencias si se repite la convulsión, si el niño está adormilado, decaído o, por el contrario, muy irritable, o si se queja de dolor de cabeza intenso y vomita.
Fotos | Joseph Boss; Jill Watson