Preparar el biberón termina siendo algo totalmente rutinario, pero es normal que las primeras veces los padres se sientan inseguros con esto, por miedo a no hacerlo bien.
Lo más importante en todo momento es respetar las medidas y controlar la temperatura antes de darle el biberón al bebé, si se tiene claro esto, lo demás es secundario. Pero vayamos por partes:
– Primero se llena el biberón, que estará previamente esterilizado, con agua.
– A continuación, y dependiendo siempre de la cantidad de agua que se utilice (ésta dependerá de lo que tome el niño en cada caso) se echa la leche en polvo, cuya cantidad aparece siempre en la caja y variará en función del agua que se vaya a utilizar. Los cacitos serán rasos, para conseguir esto podemos pasar un cuchillo por el borde de la cucharilla, y además también hay que tener en cuenta que no se apretará la leche en polvo en el cacito.
– Ahora se agitará el biberón, sin sacudirlo para que no se produzca la espuma.
– Una vez bien mezclada la leche con el agua, se comprueba la temperatura, esto se puede hacer echando una gotitas en el dorso de la muñeca.
– Si la temperatura es la correcta, ya se le puede ofrecer el biberón al niño, teniendo en cuenta que el líquido debe salir a un ritmo regular y a una velocidad moderada.
En este tipo de lactancia (a la que hemos llamado en otras ocasiones artificial), no estará de más contar con un calienta biberones, sobre todo por las noches, ya que resulta muy práctico tener todo a mano y a la temperatura adecuada cuando el bebé se despierta con hambre por la noche. Lo ideal es que si se va a adquirir uno de estos aparatos, se vigile que tenga termostato (para que se conserve la leche en la temperatura que los padres fijen), y que se apague de forma automática cada vez que alcanza esa temperatura.