Cuando fracasa el tratamiento incial (del que os hablamos en la segunda parte), está indicada la circuncisión, aunque ésta se realiza a una edad variable según la severidad de la obstrucción y otros factores como los condicionamientos sociales, raciales y religiosos.
En la actualidad, la circuncisión es una opción que se suele indicar en los casos de fimosis patológicas, en la franja de edad que va desde los tres hasta los siete años, tanto para esperar una posible curación espontánea como por razones psicológicas. Si se produce una infección urinaria a causa de la fimosis o de trastornos importantes de la micción, la circuncisión puede estar indicada en edades más tempranas.
La intervención suele realizarse bajo anestesia general o sedación y de forma ambulatoria (por lo que el niño no permanece ingresado). Se recorta la piel prepucial estrecha, dejando un anillo que permita exponer el glande con facilidad, pero intentando conservar el máximo prepucio visible para que el glande no esté constantemente descubierto.
El frenillo corto del pene, que da lugar a una flexión del glande hacia abajo y dificulta la retracción del prepucio, es un problema que también requiere tratamiento quirúrgico: la llamada frenectomía. En cambio, un prepucio excesivamente largo sin fimosis, solo precisa circuncisión por motivos estéticos o de higiene.
Como dato curioso os diré que la circuncisión ya se realizaba en los recién nacidos en el antiguo Egipto y los niños musulmanes son circuncidados rutinariamente después del nacimiento. Los judíos toman esta práctica como un pacto entre Dios y Abraham, lo que obliga que se les haga a todos los niños varones. Además, la circuncisión continúa siendo el procedimiento quirúrgico más frecuentemente practicado en los recién nacidos de los Estados Unidos.
Imagen: threebeastsonebaby