Hasta ahora hemos hablado de las repercusiones que puede ocasionar en los niños el abuso de los videojuegos. Hoy veremos su lado bueno, y es que, verdaderamente lo hay, tan solo hay que controlar un poco a los peques mientras juegan.
Los videojuegos invitan a ser constantes y a superarse para conseguir el objetivo que será finalizar el juego y poder contárselo a sus amigos. Esto supone un esfuerzo para los niños, y durante el camino aprenderá a que no siempre se gana y a admitir que para conseguir lo que quiere necesita practicar más.
Dependiendo del tipo de juego el niño puede aprender, los hay educativos que enseñan a sumar, los colores, hacer parejas, reforzar la memoria, identificar objetos, y un sinfín más de cosas. Los videojuegos, por otro lado, en la mayoría de los casos, obligan a que los niños tengan que leer, e incluso algunos al estar en inglés consiguen que se familiaricen con otro idioma.
También los hay familiares o para grupos, con lo que se conseguirá que el niño no se aísle y que haga “vida social” (si coincide en gustos con sus amigos, quedar en una casa, especialmente los días de invierno, y echar una partida todos juntos, es una buena opción).
Los pros de los videojuegos están ahí, pero nunca se deben utilizar como canguros de nuestros hijos, sino como algo complementario al resto de actividades que deben hacer los niños. Los niños deben salir a la calle, hacer deporte, leer, etcétera. A veces es complicado llegar a un punto intermedio entre el desinterés y el “enganche” por los videojuegos, pero se pueden compaginar, tan solo es cuestión de paciencia, y de “mucha charla” para hacerles entender a ellos que se puede hacer de todo.
Foto obtenida de: parents.com.