Son los reyes de la casa y nos desvivimos para protegerlos y que crezcan fuertes y sanos. Nos preocupamos por su alimentación, su actividad física, su seguridad… y cuando están al aire libre les colocamos gorras y les ponemos cremas para que el sol no queme su piel. Pero, ¿qué hacemos para proteger sus ojos?
Según un informe llevado a cabo por la Fundación Alain Afflelou el año pasado, los ojos de los niños son más vulnerables a los efectos nocivos del sol. El sol nos proporciona gran parte de la energía necesaria para la vida. Concretamente, es imprescindible para sintetizar determinadas vitaminas, especialmente la D, necesaria para fijar el calcio en nuestros huesos. No obstante, el exceso de exposición solar puede producir cambios tanto en la piel como en nuestro sistema ocular.
Por ello, desde la Fundación Alain Afflelou se hace hincapié en la importancia de proteger a la población infantil frente a los efectos nocivos de la radiación solar, especialmente en países como España, en los que se pasa un gran número de horas al aire libre. El ojo del niño es más frágil que el del adulto, ya que su cristalino no ejerce al cien por cien como filtro.
Antes del primer año de vida, el cristalino deja pasar el 90% de la UVB, llegando directamente a la retina. De ahí que resulte imprescindible proteger sus ojos de la manera adecuada.
En este sentido, se ha encontrado una relación entre la exposición solar en los primeros años de vida y determinadas enfermedades. Así, por ejemplo, la aparición del pterigión, que produce irritación ocular, tiene una relación directa con la exposición solar, especialmente la recibida en los primeros cinco años de vida.
Otras enfermedades como las cataratas, primera causa de ceguera reversible en el mundo, o la degeneración macular, principal causa de ceguera irreversible, pueden estar también relacionadas con una excesiva exposición al sol en las primeras décadas de vida.
Imagen: toddlersunglasses