Desde muy temprana edad los padres podrán ponerse manos a la obra para forjar la inteligencia emocional del niño. Algo tan simple como hablarle durante unos 10 o 20 minutos después de una toma mientras se mantiene el contacto visual, es algo primordial que nos va a llevar por buen camino. Unido a esto, nunca debe faltar el afecto y el cariño transmitido mediante mimos, besos, abrazos, caricias o palabras tiernas.
“El apego es básico para educación emocional del niño” nos dice el afamado Doctor Estivill, remarcando que tan importante es ese acercamiento por parte de la madre como del padre. Y es que, hoy por hoy, se tiene muy claro que el éxito no solo se va a conseguir por tener unas notas excelentes en el colegio y más tarde en la universidad, sino que unidas a ellas nuestros pequeños deberán también demostrar que cuentan con habilidades propias de la inteligencia emocional. En un currículum no solo se van a valorar las calificaciones, los cursos, o la experiencia, sino que también tendrá mucho peso el que la persona se valore, tenga confianza en sí mismo, y sienta seguridad. Por ello, es importante aportar al niño esa motivación que necesitan para que desarrollen su inteligencia emocional desde que nacen.
Dar a los niños las armas para desarrollar su inteligencia emocional no es algo que se haga de la noche al día. Al contrario es un proceso que habrá que reforzar durante todo su crecimiento. Lo más básico que hay que enseñarle es reconocer y expresar emociones de manera correcta, es decir, no es correcto que si está enfadado pegue a su hermano, pero sí lo es que si está enfadado coja una hoja de papel de periódico y la rompa en trozos. Esta es una forma de enseñarlos a demostrar su enfado, no hay que camuflarlo, sino darle unas pautas para que lo demuestre con un acto que no va a perjudicarle ni a él ni a otros.
Foto obtenida de: unitedchildrenarticulo33.wordpress.com.