La paciencia y la comprensión es la clave para sobrellevar la enfermedad lo mejor posible. Si los padres están bien informados, sabrán enfrentarse a todo lo que supone una enfermedad crónica y darle a sus hijos el gran apoyo que necesitan.
Uno de los retos más importantes de esta enfermedad es el control del picor. De hecho, la complicación más frecuente es la sobreinfección por bacterias, debida precisamente al rascado de las lesiones.
Todos los niños que sufren dermatitis atópica necesitan educación para manejar el prurito y la actitud de los padres es esencial en este punto. Regañar al niño cuando se rasca es perjudicial; hay que buscar otras alternativas. Podemos enseñarle a darse pequeños pellizquitos en la piel, para limitar el daño producido por el rascado. También es útil para minimizar la urgencia de rascarse colocar un objeto frío sobre la zona irritada.
Y cuando llega la noche, para dormir podremos probar a ponerle al pequeño unos guantes suaves.
Hoy poy hoy no existe cura para la dermatitis atópica; su manejo pasa por un tratamiento que ayude a la piel durante los brotes y los espacie lo más posible, consiguiendo así aumentar las etapas de estabilidad y calma.
Cada niño es diferente y puede llegar a ser necesario combinar varios tratamientos. Por tanto, es fundamental colaborar activamente con el pediatra, siguiendo sus recomendaciones y observando la eficacia de cada una de las medidas establecidas.
La higiene es uno de los ámbitos en los que más hay que incidir. Los baños y las duchas no deben durar mucho y se tienen que realizar con agua tibia, para resecar la piel lo menos posible. No hay que usar productos irritantes ni emplear manoplas o esponjas. Pero sí puede ser recomendable añadir al agua avena coloidal o aceites de baño.
El aclarado tiene que ser concienzudo y con agua corriente, y el secado se hará con toallas suaves de algodón y de manera cuidadosa, sin frotar.
Por último, inmediatamente después del baño, aplicaremos el tratamiento prescrito.
Imagen: megasalud
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