Un hogar que convive con un niño con síndrome del emperador, va tener más de un problema en la convivencia. Va a resultar difícil convivir en esa situación, por lo que el estrés, la angustia, e incluso estados de ansiedad y depresión, estarán a flor de piel en cualquiera de los miembros. No solo va a afectar al propio niño y a los padres, sino también a los hermanos si los hubiera.
Decíamos anteriormente, que los niños con síndrome emperador son exigentes e incluso violentos (verbal o físicamente), intentan salirse siempre con la suya, y si no lo consiguen entran en un estado de cólera.
Pero como todo lo referente a este tipo de cosas, el síndrome del niño Emperador, tiene solución. Lo ideal por supuesto es evitar llegar a eso. Para ello se pueden tener en cuenta cosas tan básicas como:
– Antes de nada, hay que decir que los mimos son imprescindibles para los niños, no hay que graduarlos ni bajar la cantidad por temor a que se puedan llegar a volverse así.
– Hay que enseñarles desde pequeños, quiénes son los que mandan en casa (y por supuesto son los padres y no ellos), pero siempre hay que ser flexibles, dialogar e incluso llegar a acuerdos en determinados casos.
– Los padres deben siempre trabajar en equipo. No vale que uno le diga al niño que no puede hacer algo, si el otro después le deja hacerlo.
– Hay que intentar evitar la sobreprotección. Deben aprender a valerse por sí mismos, y comprender que la vida no siempre es fácil.
– Deben llegar a ser capaces de reconocer cuándo han hecho mal y pedir perdón.
– Deben entender que no son el centro del mundo. Pero siempre hay que hacerles sentir que papá y mamá cubrirán todas sus necesidades.
Imagen: Chesi.