Grande Covián las definía como los “materiales de construcción” del organismo, ya que diariamente las proteínas de nuestro cuerpo están en continuo proceso de renovación.
Al principio solo se deben dar las carnes blancas (pollo y ternera) y posteriormente el cordero. El pollo y el pavo contienen poquísima grasa, por lo que se digieren mejor, aparte de que su carne es muy tierna (se tritura bien teniendo un sabor suave que se acepta sin problemas). Por ello, resulta ideal para el lactante empezar con los purés de verduras con pollo, que son bien tolerados, para pasar después al de ternera (y vaca) que posee más cantidad de hierro que el pollo. Se debe utilizar sobre todo la parte menos grasa, el solomillo, que es más fácil de digerir. También se dará triturado junto a las verduras.
Además de la carne, el pescado, la clara del huevo (a partir del año) y la leche le proporcionarán al niño las proteínas que necesita. Todos estos alimentos proporcionan nutrientes de alta calidad y con múltiples funciones como la “estructural o plástica”, es decir, que forman parte de las partes del cuerpo como la piel, los huesos, los tendones, los ligamentos, los cartílagos…
Otra función especialmente importante de las proteínas es la defensiva, ya que protegen al niño frente a las partículas extrañas con la creación de los anticuerpos o inmunoglobulinas y una tercera función es la energética, ya que, cuando los carbohidratos y grasas no cubren las necesidades energéticas, los aminoácidos de las proteínas ingeridas son oxidados para obtener energía.
Imagen: mumstreet
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