En los adultos la ansiedad se manifiesta a través de unos síntomas diferentes a los de los niños y adolescentes. En estos últimos suele manifestarse a través de sus conductas: malhumor sin razón aparente, riñas constantes, rabietas habituales, irritabilidad sin motivo aparente, pequeñas acciones vandálicas, desobediencia, etcétera.
El niño tratará de evitar todas aquellas situaciones que le resulten angustiosas. El miedo irracional ante esa situación concreta le crea auténtica intranquilidad.
Por ejemplo, quizá recuerde que cuando era pequeño, le costaba tener que exponer en voz alta un trabajo delante de sus compañeros, o tener que pedir permiso para ir la médico en medio de clase. Eso es algo que superó con el paso de los días. Sin embargo, un niño que sufra ansiedad se quedará paralizado sin ser capaz de disfrutar del día a día.
Una persona con autoestima alta nunca desarrollará ansiedad, así que debemos tener en cuenta esto a la hora de educar a nuestros hijos. Cuando hablamos de que una persona tiene una buena autoestima, nos referimos a que es eficaz para resolver las situaciones que dependen de sí mismo, que es digno de ser amado y capaz de amar a los demás, que sabe responsabilizarse de sus sentimientos y de sus conductas, vivir conscientemente y comprender que su vida es consecuencia de sus decisiones.
Imagen: rosario3
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