Una característica que comparten científicos, genios y niños es su intensa curiosidad y falta de prejuicios. Si hay algo destacable en los niños es su sed por el aprendizaje, su curiosidad, su flexibilidad… características que perdemos con la edad. Ahora que podemos, aprovechemos estos rasgos de su infancia para hacer de nuestros pequeños hombres y mujeres excepcionales en su adultez.
Los niños absorben información como esponjas
El cerebro humano tiene una característica que lo hace único, cuanto más se almacena en él más capacidad tiene. A esto se suma que, cuanto más jóvenes somos, más fácil nos resulta absorber datos. El dicho de “los niños son como esponjas” es la mayor verdad que se ha escuchado. Así, los niños pequeños aprenderán más a los tres años de lo que lo harán en el resto de sus vidas. Pero no solo aprenden datos, sino actitudes y motivaciones.
La gran inteligencia de nuestros hijos (¡me atrevería incluso a decir que son genios!) se demuestra en la extrema rapidez con la que aprenden el lenguaje. ¿Cuánto tiempo necesitaría un adulto para comprender y hablar un idioma que nunca antes había escuchado? Seguro que algo más de dos años… Y si a nosotros nos enseñaran la palabra “guagua” y luego nos dijeran que esa palabreja no existe, que la correcta es “perro”; o que lo que nosotros pensábamos como “aillón” significa biberón y, por “tete”, chupete, ¿no nos volveríamos locos al tener que reaprender? Es muy probable que sí.
Dominando el lenguaje
Nuestros bebés, conforme van aprendiendo, extraen reglas gramaticales, las aplican y detectan irregularidades en los verbos que, luego, de forma casi automática, corrigen. Es algo espectacular. Observemos un hecho curioso, a la par que fantástico, en el desarrollo del lenguaje de los niños. Al principio, cuando el bebé está aprendiendo, dice perfectamente “hecho”, “escrito” o “dicho”, es decir, maneja bien los verbos irregulares. Pero, a medida que va creciendo, podemos fijarnos en como cambio lo “correcto” por fórmulas como “escribido” o “hacido”.
Esto nos parece un error, un paso atrás, pero en realidad es una muestra muy significativa de su inteligencia. Lo que ha hecho realmente nuestro pequeño ha sido extraer la norma gramatical y aplicarla, y no repetir lo que oye a los demás, como al principio. Ha aprendido cómo funciona el lenguaje. Es solo un ejemplo maravilloso que nos acerca a la idea de lo que son capaces nuestros pequeños.
Potenciar su inteligencia
Si enseñamos a nuestros bebés a leer, a operar con datos, a potenciar su memorias, etcétera, les habremos dado un mayor amor hacia las matemáticas y el lenguaje, un acercamiento al conocimiento científico y mayor capacidad de inteligencia, lo que supone un gran provecho. Los niños a los que se les permite aprender y relacionarse con ciertos estímulos en esta época de mayor flexibilidad y capacidad son niños, por lo general, a los que les resulta más fácil no aburrirse, niños que pueden pasar más tiempo solos, ya que tienen en su poder herramientas con las que poder “jugar” y mantenerse activos por sí mismos, sin necesidad del adulto para entretenerse; y niños con una mayor confianza en sí mismos.
¿Cómo hacerlo?
La clave está en el juego. Los niños aprenden jugando, de hecho, todo lo hacen jugando. No pretendamos sentar en una silla a un pequeño de tres años y explicarle el maravilloso mundo de las matemáticas. Posiblemente nosotros terminemos frustrados y él aburridísimo. Y, dentro del juego, hay que tener en cuenta que la continuidad es fundamental en cualquier tipo de entrenamiento.
Así pues, toda actividad infantil que queramos practicar, independientemente del objetivo que pretendamos lograr, funcionará mejor si se lleva a cabo de forma lúdica, sencilla y divertida. Si aplicamos estos tres simples conceptos estaremos en disposición de interaccionar con los pequeños de la casa, de motivarles y de enseñarles el mundo de manera que ellos solos seguirán con sus investigaciones, su curiosidad y su pasión por sí mismos. No les estamos dando únicamente el conocimiento en sí, sino la motivación y el interés suficiente para que anden su propio camino.
Reglas básicas de estimulación
- Ofrece a tu hijo información visual, auditiva, táctil, olfativa y gustativa con mayor intensidad, frecuencia y duración. Con ello conseguirás que su desarrollo sea mayor. Al mejorar una de las funciones, harás que mejore el resto.
- Lee, ya que los niños se fijan en nosotros más de lo que pensamos. Si te ve hacerlo, él también lo hará.
- No le hables de manera infantil, ya que copiará lo que oye. Con los bebés debemos utilizar un lenguaje adulto desde el principio y llamar a las cosas por su nombre. Así aprenderán los términos correctos.
- Pon a su alcance libros y juguetes con contenido educativo, dándole más posibilidades de que interaccione con ellos y encuentre así una fuente más de diversión.
- Establece tiempos fijos y periódicos de dedicación al juego del aprendizaje; la continuidad siempre es más eficaz que los “atracones”.
- No le fuerces a realizar tareas con las que notes que no se divierte. Sé creativo; hay miles de juegos con los que puedes probar.
- Elije el momento adecuado: cuando el niño esté tranquilo o en disposición de juego. Si le notas cansado, somnoliente, irritado o con hambre, es mejor dejarlo para otro momento.
- No lo tomes como un deber, sino como una diversión y un tiempo que compartir con tu hijo. Si tú no disfrutas, él tampoco lo hará.
- Contéstale con claridad. Cuando te haga una pregunta, sé claro, conciso y honesto. Aunque no sepas la respuesta, lo mejor es ser sincero y reconocer que aunque no dispones de la respuesta en ese momento sabes dónde encontrarla (libro, Internet…). De esta forma habrás ganado la confianza de tus hijos y les habrás dado una clave para conseguir la información.
La disposición que muestras por el desarrollo de tu hijo es en sí misma una potente arma que ya posees. ¡Enhorabuena y sigue el camino!
Fotos | Jeanette Runyon; Tomas Hellberg; sean dreilinger;