Familia no hay más que una y el 99,3 por ciento de los españoles formamos parte de alguna. Esa es una de las conclusiones que destaca el informe anula de la Fundación Acción Familiar. Ahora bien, si la pregunta es cómo es esa familia y cuántos miembros la integran, las respuestas varían y se multiplican.
El último informe de la Evolución de la Familia en España 2014, elaborado por el Instituto de Política Familiar advertía del “vaciamiento de los hogares”. Una realidad derivada de la baja natalidad, que se ha visto agravada por la crisis económica, así como por la insuficiente conciliación de la vida laboral y familiar.
Un dato significativo de este informe es que el porcentaje de hogares de nuestro país en el que no hay ningún hijo alcanza ya el 46 por ciento. Como consecuencia, cada vez hay más hogares (se han incrementado en un 58 por ciento desde 1991), pero tienen cada vez menos miembros.
Parejas sin hijos
Los cambios que se han producido en la familia en los últimos treinta años son enormes, el gran aumento de los divorcios, el incremento de las parejas que cohabitan sin estar casadas, el descenso en el número de hijos (hace cuarenta años lo normal era tener cuatro y ahora dos o uno), la aparición del perfil de mujeres solteras que se convierten en madres y la caída en la natalidad son algunas de las causas que hay detrás de la transformación de la institución familiar.
Sin embargo, a pesar de todos estos cambios, la familia sigue siendo un pilar fundamental en la sociedad española. La unidad familiar española poco tiene que ver con el modelo sueco o noruego. Así, en nuestro país, es habitual que padres, hijos y nietos se reúnan para comer juntos el fin de semana, mientras que en el norte de Europa, quedan una vez al año. Esta diferencia lo dice todo. Otro ejemplo. En Suecia y Noruega el 90 por ciento de los mayores viven solos o en residencias, mientras que en España viven con sus familias.
Pero es la decisión por parte de cada vez más parejas de no tener descendencia lo que está provocando un gran cambio en la estructura social debido a la baja fecundidad. Ahora, las parejas prefieren una vida de consumo y centrarse en su faceta profesional que tener hijos, algo que hace cincuenta años era impensable. En el pasado, los hijos daban estatus social. Las parejas se casaban y tenían hijos y hoy este modelo se ha roto. En la actualidad, las mujeres dan sentido a sus vidas con su trabajo, siendo independientes y en pareja o incluso estando solteras.
Llegados a este punto, la pregunta es obligada ¿Peligra la familia en nuestro país? La familia no va a desaparecer, en absoluto. Seguirá siendo uno de los pilares de la sociedad española, pero convivirá con otros modelos que hasta ahora eran impensables como la pareja que decide no formalizar su relación y que renuncia a los hijos.
Crecer en una familia numerosa
Lo que parece ya claro es que las familias numerosas son un modelo en vías de extinción. Y las cifras lo confirman. Según el último Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística, el número de hogares españoles formados por una pareja con tres o más hijos se ha reducido un 32,8 por ciento en una década (2001-2011) hasta sumar solo 573.732, mientras que los formados por parejas sin hijos han aumentado en un 45,1 por ciento y ya rozan los cuatro millones.
Aunque las familias numerosas al más puro estilo Von Trapp, los protagonistas de la película Sonrisas y Lágrimas, son hoy una rareza; los expertos nos recuerdan los beneficios que conlleva para los más pequeños crecer en un gran núcleo familiar. Los niños aprenden el sentido de pertenecer a un grupo y la importancia de compartir. Además, descubren la solidaridad y se ayudan los unos a los otros. También asimilan el concepto de austeridad y a valorar lo que tienen. Es frecuente que los más pequeños hereden la ropa, libros y juguetes de los mayores. No hay que olvidar que se crea un vínculo emocional muy estrecho basado en la cercanía, confianza y empatía entre los hermanos. Y su vida cotidiana está plena de actividades lúdicas. Al ser tantos, las celebraciones familiares son una auténtica fiesta.
Sin embargo, cuando hay tres, cuatro o cinco hijos la tarea de educar, atender y querer se complica. Y cada niño necesita tener cubiertas sus necesidades afectivas y educativas. Aunque el número de hijos no es un factor indicativo a la hora de educarlos. Es evidente que a más hijos, menos recursos, menos tiempo personalizado y es necesario una mayor organización.
He aquí las tres claves para mejorar la relación paterna filial en un gran hogar:
- Compartir: mantener un tiempo en exclusiva con cada hijo ayudará a generar roles especiales y diferentes que les hagan sentir su propia valía e individualidad. Además, reforzará el vínculo emocional y aumentará la autoestima de los hijos.
- Disfrutar: jugar al fútbol, leer un libro o hacer un dibujo son interesantes opciones para acercarnos a nuestros hijos. Los padres no deben olvidar que a los hijos no solo se les educa, también hay que aprender a disfrutar de su compañía y sus anécdotas. El primer mandamiento es disfrutar de cada uno de los hijos y comprender que se puede querer igual de manera distinta.
- Comunicar: hablar con los hijos estrecha el vínculo afectivo y aporta seguridad y estabilidad. Es necesario dedicar todos los días un momento para hablar con nuestros hijos e intercambiar experiencias. La hora de la comida, siempre mejor sin televisión, es un buen momento para hablar acerca de la jornada escolar y de sus compañeros de clase.
Pero cuidado, los padres no deben despistarse para no caer en los errores más frecuentes cuando se tienen más de tres hijos. Teniendo claras las claves del éxito para tener una óptima relación paterna filial, los padres de una gran familia nunca deben:
- Tratar a todos los hijos por igual. No hay que olvidar que cada hijo tiene su personalidad, sus virtudes y sus carencias y sus aficiones y los padres deben tratarles de forma individual y potenciarles en sus intereses y gustos.
- Hacer comparaciones. Los padres suelen hacer comparaciones con otros hijos con el objetivo de motivarles y el efecto es el contrario, les desmotiva y les hace sentirse inferiores. La clave es apoyar a los menores haciéndoles ver sus puntos fuertes.
- Cargar al hijo mayor el rol de padre. Los padres no deben cargar al primogénito con el rol de cuidador y educador de sus hermanos menores. El hijo mayor es un niño y debe comportarse como tal, cargarle con responsabilidades de adultos pueden hacerle sentir muy mal.
Ya nadie duda que ser mujer trabajadora y madre es una complicada tarea. Pero cuando en lugar de uno o dos pequeños, tienes a tu cargo a tres o cuatro es casi misión imposible. Por ello, las principales reivindicaciones que hacen estas intrépidas capitanas que están al frente de sus familias numerosas, son lograr más medidas de conciliación para compaginar vida laboral y familiar y que se amplíe el número de escuelas infantiles y que sean más económicas. Así, ser mamá de una gran familia será una tarea más gratificante y enriquecedora y menos agotadora y sacrificada.
Fotos | Louish Pixel; Loren Kerns; James Thompson; Nathan Rupert