Si nuestro hijo tiene sentido del ritmo y suele acompañar sus juegos o sus ‘charlas’ con bailes inventados, disfrutando con ello y ayudándose así en su expresión, o si comprobamos que tiene buen oído y que, entre otras cosas, tiene facilidad para tararear las músicas o aprenderse las letras de las canciones, si muestra desenvoltura al imitar movimientos, gestos o domina el espacio, entonces puede que esté manifestando tener habilidades para disciplinas artísticas como el baile, el canto o la música.
Y es que, desde que el bebé empieza a interactuar con el entorno que lo rodea, todo para él se convierte en una experiencia. En el caso concreto de la música, todo comienza al poner al niño en contacto con múltiples estímulos para dejar después que genética y aprendizaje den sus frutos.
Desde el hogar, los padres debemos favorecer la escucha de todo tipo de música, animar a los niños a que se expresen a través de ella y ponerlos en contacto con actividades musicales.
A edades muy tempranas aún no es posible hablar de habilidades propiamente dichas, aunque es cierto que los niños de corta edad se decantan por un tipo de actividad u otra y que un pequeño que calma su llanto con una melodía determinada, con ese sencillo gesto, ya está discriminando, percibiendo y sintiendo la música.
La música favorece el desarrollo lingüístico y es por eso que muchos bebés deciden espontáneamente convertir sus balbuceos en pequeños ‘canturreos’. El reaccionar ante secuencias rítmicas conocidas, como reconocer los pasos del padre o responder a juegos de palmadas reproduciendo un ritmo de forma idéntica, son ejemplos de la posible inclinación de un niño hacia la actividad musical y que nos pueden dar pistas sobre sus cualidades musicales.
Para potenciar y desarrollar dichas cualidades, es recomendable asistir a una escuela musical de estimulación temprana. Muchas de ellas siguen las metodologías de grandes pedagogos musicales como Orff, Kodaly y Willems, que en las primeras edades trabajan el desarrollo auditivo y rítmico mediante juegos, es decir, se centran en la percepción.
Después, si se quiere continuar en la disciplina musical, habrá que empezar un estudio más formal, pero que el niño no rechazará en absoluto si verdaderamente siente esa atracción hacia la música. Y pese a lo duro que pueda resultar, será para él una vía de escape y disfrute y nunca lo verá como una obligación.
Respecto a los beneficios de la música para los niños, ésta favorece la socialización y la inhibición, desarrolla el ritmo, hace a las personas más sensibles ante cualquier otra forma de arte y también queda demostrada su influencia en las matemáticas. La música es capaz de desarrollar otras muchas capacidades y habilidades y el ejemplo lo podemos ver en muchos niños que se ven atraídos por la música y que consiguen no sólo compaginar el estudio de esta disciplina con su vida académica, sino que además obtienen muy buenos resultados.
Fotos | Eduardo Merille; Travis Swan