Vamos a empezar por lo más sencillo, por lo cotidiano. En verano, las embarazadas empezáis a tener más molestias derivadas del calor. Por ello hay que elegir las prendas más frescas y de tejidos transpirables. Hay que elegir ropa cómoda que no se ajuste al cuerpo. No es cuestión de estar estupenda ante los demás, sino ante una misma. Respecto al calzado, debéis vigilar los tobillos y los frecuentes resbalones veraniegos. Unas sandalias con buen agarre, tanto al pie como al suelo, vendrán de perlas.
Otro punto importantísimo para hacer más llevadero el embarazo durante el verano es la alimentación. Y hay que hacer hincapié en este aspecto por varios motivos:
- en primer lugar, porque en el estío aumentan enormemente las necesidades hídricas del cuerpo, es decir, que hay que ingerir una mayor cantidad de líquidos para contrarrestar la sudoración y mantener un nivel óptimo de agua corporal;
- por otra parte, y también debido al calor, hay menos apetito, pudiendo llegar a saltarnos incluso alguna comida y alterando con ello los niveles de glucosa, iones y nutrientes, por lo que al feto podrían no llegarle en cantidad y tiempo adecuados.
La alimentación en verano suele ser más divertida que en otras épocas del año. Tenemos a nuestro alcance gran variedad de frutas y verduras, y una ensalada fresca y variada resulta de lo más apetitosa para combatir el calor alimentándonos bien. Y si acompañamos la ensalada con un pescado azul a la plancha (o un espeto de sardinas, maravilloso manjar) aportaremos al organismo y al feto la dosis diaria de proteínas y de ácidos omega-3 perfecta para un correcto desarrollo del embarazo.
Para hidratarnos, nada mejor que acudir a los clásicos: gazpachos, sorbetes y limonadas naturales son el mejor remedio para recuperar el agua y los iones perdidos, y además es lo más efectivo para aplacar la sed. Eso sí, en la medida de lo posible sin azúcares añadidos.
Siempre es agradable tomar el sol en verano, ya sea en la playa o en la piscina, y coger ese puntito de moreno que nos falta el resto del año. Bueno, pues quizás durante el embarazo no sea el mejor momento. Y no tiene nada que ver con que el sol caliente el líquido amniótico y el feto pudiera dañarse.
El mayor hándicap de la embarazada para tomar el sol está en la propia piel, que es mucho más sensible al sol, pudiendo generarse manchas cutáneas de difícil desaparición, o incluso empeorar las presentes. Por tanto, es un problema estético.
Habrá que usar cremas con factor de protección más altos que los utilizados habitualmente, y limitar los baños de sol tanto en horas (más cortos) como en intensidad (evitar las horas de mayor exposición). Por supuesto, habrá que tomar estas precauciones también a la hora de realizar actividades al aire libre, poniendo especial atención a manos, cara y partes expuestas en general.
Y no olvidemos hidratar la piel una vez acabadas dichas actividades. Ojo con los pies, que sufren especialmente estos embates veraniegos. A la hora de hidratar, nunca es suficiente, es decir, que no privemos a la piel de una buena sesión de crema o loción hidratante antes de acostarnos.
Algo especialmente atractivo en el verano es emplear las vacaciones para hacer un viaje, bien a un destino de relax, bien a conocer un lugar exótico. La pregunta a hacerse respecto a este tema no es si se puede o no viajar estando embarazada, sino si estamos en condiciones de realizar el viaje, y si en el lugar de destino la asistencia médica es la adecuada.
Lo primero es obvio, pues el viaje debe ser un motivo de disfrute y no de malos ratos. Si no estamos físicamente bien es inoportuno viajar (para esto resulta imprescindible la opinión del especialista). La segunda pregunta es elemental, pues nunca se sabe si se va a tener que acudir al médico estando de vacaciones. Por este último motivo resulta más que recomendable buscar un destino con una infraestructura sanitaria.
Si vuestras vacaciones coinciden con la realización de alguna prueba concerniente al embarazo, no hay necesidad de anular el viaje o regresar a casa prematuramente, sobre todo si os encontráis en España. Generalmente, vuestra compañía de seguro médico os facilitará el nombre de especialistas o de centros a los que acudir. A veces incluso vuestro ginecólogo podrá recomendaros a un colega.
Informaos bien a ese respecto, pues, como he dicho antes, no hay que quedarse en casa durante el verano por estar embarazada.
Si se diese el caso de que aconteciese el parto durante las vacaciones la forma de actuar sería la misma. Ya sea en la Sanidad Pública como en la Privada, todos los centros que asisten partos tienen su personal de guardia operativo durante todo el año, por lo que no hay que temer en ese sentido.
Tras el parto, habrá que proteger al bebé del calor y del sol. Huir del aire acondicionado y no conviene vestirlo en exceso. El bebé no posee aún los mecanismos corporales reguladores del niño o del adulto, por lo que en verano es fácil ver estas situaciones en los recién nacidos. Así, entre las tomas, viene bien darle un poco de esos preparados específicos a base de manzanilla que las casas comerciales disponen para ese fin.
Por otro lado, que nuestro ritmo diario no perturbe el suyo. Es más que recomendable modificar nuestros hábitos en detrimento del suyo, y así evitaremos peores descontroles.
Fotos | Antonio Guerra; Luz Prieto; Niklas Montelius