Cuando llega la primavera los brotes de alergia aparecen irremediablemente, y muchos son los que deben enfrentarse a ella, en especial en esa época del año. Algunos niños también tendrán que hacerlo y, es muy posible que aparezca sin más, aun cuando los años anteriores no tuvieran ningún tipo de síntomas.
En el caso de que los padres sean alérgicos, habrá un alto porcentaje de posibilidades de que sus hijos también terminen sufriendo alergia, y por tanto, será más fácil detectarlo, ya que sabiendo esto, los padres andarán con la mosca tras la oreja.
Las forma en que se manifiestan las alergias pueden ser muy diferentes, con dermatitis atópica, problemas del sistema respiratorio, como el asma, picores de ojos, picor o hinchazón de la piel, rojeces, rinitis, conjuntivitis, picor de garganta, tos persistente, entre otras.
Ante cualquier sospecha, el único recomendado para ofrecer un tratamiento será el médico de niño. No hay que caer en la tentación de (como ya se sabe lo que es, y por ser algo pasajero (en el caso de alergias primaverales)), ofrecer al niño medicinas por cuenta propia, aunque sea la que toma su primo y a él funcione muy bien. En el caso de conocer algún tratamiento efectivo, antes de dárselo al niño, se le consultará al pediatra. Hay que tener en cuenta que hay que tener especial cuidado con todo tipo de inhaladores.
Una vez, los padres se hayan asegurado de que su hijo ciertamente tiene alergia, y con un tratamiento adecuado, habrá después que seguir una serie de pautas. La idea es sencilla, hay que evitar el contacto con el alérgeno. En el caso de la alergia al polen, es complicado, porque nada más salir a la calle, el niño estará expuesto al polen que hay en el ambiente. Las mascarillas a veces pueden resultar imprescindibles.
Imagen: hygienematters