La vista es el sentido por el que percibimos hasta el 90% de la información que nos llega cada día. Por ello, el óptico-optometrista se debe convertir en un buen amigo de nuestros hijos, desde muy temprana edad. El diagnóstico precoz de los problemas visuales es imprescindible y éste sólo se podrá conseguir mediante exámenes visuales periódicos y específicos. Son pruebas sencillas y nada molestas para los pequeños, que nos permitirán descubrir si algo va mal en su salud visual.
Te preguntarás cuándo es el momento oportuno de llevar a tu hijo a una revisión. Pues bien, te diré que se pueden destacar cuatro etapas en la vida de un niño en la que resulta fundamental acudir al óptico-optometrista:
- La primera revisión debe ser al nacer porque, en ese momento, ya se pueden detectar, evaluar y descartar diferentes problemas.
- La siguiente se tiene que hacer entre los seis meses y los dos años, para evaluar el desarrollo de la visión binocular.
- En la etapa que va desde los dos a los cinco años se desarrolla el sistema visual, por eso es tan importante otra exploración a esta edad.
- Una vez que el niño empieza a ir al colegio, que es cuando se comienza a forzar la vista para realizar ciertas actividades, los controles deben ser anuales.
Además, si hay antecedentes de problemas de visión es imprescindibe un examen precoz del bebé.
En el ámbito escolar, el control visual es muy importante porque una mala caligrafía, la faltas ortográficas o la dificultad para leer pueden esconder problemas de visión. De hecho, el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas estima que el 30% de los casos de fracaso escolar están relacionados con la mala salud visual. Por ello, en esta etapa, no estaría de más que las revisiones de sus ojos fueran incluso cada seis meses.
Imagen: opticamente