Se calcula que “sólo” un 82% de los lactantes llegan a gatear en algún momento. Eso significa que casi un 20% no lo hacen (el gateo “clásico”). De hecho, hay un 7% del total de bebés que no llegan a realizar ninguno de los desplazamientos autónomos (ni se arrastran, ni se desplazan sobre las nalgas, ni reptan…). Sencillamente, entre los 10 y los 12 meses se van poniendo de pie y, sobre el año de vida, comienzan a deambular, sin haber pasado por la fase previa del gateo.
En principio no es malo que no gatee. Sin embargo, la única forma de poder realizar esta afirmación con rotundidad es que el pediatra haga una valoración previa del desarrollo del lactante. En cada consulta de revisión no sólo se pesa y mide al pequeño, sino que se pregunta a los padres sobre los hábitos alimentarios y el desarrollo de capacidades psicosociales e hitos madurativos, que son las capacidades que el niño va adquiriendo durante su desarrollo.
Si durante estas consultas se constata que el desarrollo del lactante es normal, entonces la ausencia del gateo no debe suponer un problema. El pediatra lo valorará y lo tendrá en cuenta, y seguirá anotando y vigilando el desarrollo posterior para comprobar que el resto de capacidades se adquieren en el momento adecuado.
Aún practicando ciertas actividades o juegos, habrá niños que gatearán y otros que no. Lo importante, como en cualquier juego que se haga con ellos, es ayudarles en su desarrollo y disfrutar juntos. El fin no es lograr que gateen, sino que, en caso de que vayan a hacerlo, contribuir a que consigan el equilibrio y la confianza necesarios para poder lograrlo.
Imagen: all2need
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